Cigarrillos

Revista Número 1

David Torres

El Gran silencio

El hilo de Ariadna

David Torres

Editorial Destino

(…) Laura me pidió un cigarrillo; me volví y rebusqué en su bolso hasta dar
con el paquete de Fortuna. Se agachó un instante para prender el cigarrillo y la miré de perfil, con todo el viento dándole en la cara: por un instante pensé que podíamos ser una pareja de novios de vuelta a casa, con el perro apaciblemente dormido entre nosotros. Una idea conmovedora, desde luego, pero idiota, y lo malo es que sólo sería la primera de todas las ideas idiotas que se me ocurrirían aquella noche. No tendría que esperar mucho para conocer las otras. Gilipolleces, nada más: la marca de tabaco no era más que un nombre, el humo era humo, la música, música, la ciudad, una ciudad cualquiera. En cuanto al perro no estaba dormido sino muerto, a Laura la acababa de conocer esa misma noche, y la única razón de que siguiéramos juntos se secaba en la sangre que ensuciaba mi ropa. (…)


La vida que salvéis puede ser la vuestra

Flannery O¨Connor

Cuentos Completos Editorial Lumen

(…) Él no contestó. Metió la mano en el bolsillo y sacó un saquito de tabaco y un estuche de papel de fumar; lió un cigarrillo con destreza, a pesar de hacerlo con una sola mano, y se lo puso bajo el labio superior. Luego sacó una caja de cerillas de madera y prendió una en la suela de su zapato. La mantuvo encendida como si estudiase el misterio de la llama mientras esta descendía peligrosamente hacia su piel. La hija empezó a alborotar y a señalar la mano del hombre y a agitar un dedo ante él, pero justo cuando la llama estaba a punto de quemarle se inclinó con la mano ahuecada sobre el fósforo como si fuera a prender fuego a su nariz y encendió el cigarrillo.
Lanzó al aire la cerilla apagada y expulsó una bocanada gris en el atardecer.


Manual para mujeres de la Limpieza

Mamá

Lucia Berlin

Editorial Alfaguara

(…) Culpaba a la Iglesia católica de que la gente
tuviera tantos hijos. Decía que los papás habían hecho
correr el rumor de que el amor hacía feliz a la gente.
—El amor te hace desgraciado —, decía nuestra madre.
—Mojas la almohada llorando hasta quedarte dormida. Empañas las cabinas telefónicas con tus lágrimas, tus sollozos hacen aullar al perro, fumas dos cigarrillos a la vez.— (…)


Principiantes

Si ello te place

Raymond Carver

Editorial Anagrama

(…) Echaron a andar. Soplaba una brisa fría, y James se subió hasta el cuello la cremallera del anorak. Edith se arropó con el abrigo. Él oía cómo las olas rompían contra las rocas al fondo del acantilado, más allá del centro social.
Ella dijo:
—Voy a fumarme uno de tus cigarrillos, Jimmy. Antes de entrar.
Se detuvieron en la esquina, bajo la farola. Los cables de la vieja farola se balanceaban al viento, y la luz arrojaba sus sombras aquí y allá en el pavimento. James veía las luces  del centro social al final de la manzana. Ahuecó las manos para proteger el encendedor, y le dio fuego. Luego se prendió él su cigarrillo.
—¿Cuándo vas a dejarlo? —dijo.
—Cuando lo dejes tú —dijo ella—. Cuando esté preparada para dejarlo. Lo mismo que cuando tú estuviste preparado para dejar de beber. Un día me levantaré por la mañana y lo dejaré. Así, sin más. Como tú. Y me encontraré un  hobby.
—Puedo enseñarte a hacer punto—dijo él.
—No creo que tenga paciencia para hacer punto—dijo
ella-, Además, con uno que haga punto en casa es suficiente.
Él sonrió. Cogió del brazo a su mujer y siguieron caminando. (…)

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