La boticaria

Revista Número 17

Verónica Mc Loughlin

 

        de Verónica Mc Loughlin

  Versión libre del cuento “La Boticaria” de Anton Chejov

“No hay en el mundo nada bueno que en su origen

no contuviera una infamia” Anton Chejov

 

Calor. Mucho calor. Es de noche. Silencio. Un balcón francés, en un primer piso, con ambas hojas de la ventana abiertas. Una mujer joven toma aire. Tiene puesto un camisón blanco algo escotado, no demasiado ajustado que le llega a las rodillas. Una de sus manos se sostiene de la baranda del balcón, la otra mueve un abanico de madera. Su pelo negro está suelto algo despeinado. Todo a su alrededor está oscuro. La luz de la luna la ilumina levemente de frente. Su mirada se pierde hacia adelante. Solo mira y toma aire. Hay un dejo de tristeza en su mirada.

Comienzan a escucharse ruidos de pasos y voces de hombres, a lo lejos. Ella mira en dirección al sonido pero no se ve nada ni se entiende qué es lo que dicen. Las voces, poco a poco, se escuchan cada vez más aunque siguen siendo inentendibles. Ella se pone de pie y se asoma por el balcón tratando de ver de dónde vienen pero no se ve nada.

 

Voz lejana de Joven: ¡Shhh! ¡Vamos a despertar a todo el pueblo!

Voz lejana de Viejo: ¡Por lo menos van a tener algo de qué hablar mañana!

La mujer retrocede entrando a la habitación. Sigue mirando desde allí.

Joven: Es increíble. Está todo cerrado.

La mujer toma las hojas de la ventana con sus manos y las entorna sobre ella.

Viejo: Ya vamos a encontrar algo.

Joven: ¿Está seguro? Para mí, no. Es muy tarde y esto pesa. Podríamos ir volviendo.

Viejo: Vamos hombre, yo sé lo que te digo.

Se enciende una luz de seguridad -de esas que se activan cuando alguien pasa cerca- iluminando la fachada antigua de un negocio y a dos hombres. Uno es flaco, desgarbado y más joven. Tiene un bolso colgado de un hombro. El otro es mayor y más gordo. Tiene bigotes y pelo entrecano, fuma y lleva una pequeña valija.

La mujer cierra las ventanas pero se queda allí asomada tratando de ver.

Joven: ¿Y esto?

Viejo: ¡Te escucharon!

Joven: ¡Qué le dije! (Intenta alejarse arrastrando al viejo de un brazo). Rápido, vayámonos antes de que alguien se asome. (Al moverse, la luz de seguridad se apaga).

Viejo: ¡Pero pará! Es la luz del negocio. No pasa nada…

Joven: Pensé que nos iban a tirar con algo.

La luz vuelve a encenderse. Sólo el viejo debajo de la luz.

Viejo: Mirá que resultaste miedoso, ¿eh?

Mira a través de los vidrios. En la puerta cuelga un cartel que dice: “Abierto 24 hs”.

Joven: ¿Qué hace?

Viejo: Vení. Toquemos timbre.

Joven: ¡No, no toque!

Viejo: Pará, tranquilizate. No pasa nada.

Joven: ¡Está loco! ¿Cómo va a tocar timbre a esta hora?

Viejo: ¡Pero si dice acá! ¡Calmate, yo sé lo que hago!

Joven: Pero está todo apagado.

Viejo: ¿Podés leer el cartelito? Vení.

Joven: No, no, no. Espere. Deben estar durmiendo.

Viejo: Y sí. Pobrecita, con ese tipo no debe hacer otra cosa.

Joven: ¿Quién?

Viejo: La boticaria.

Joven: ¿Quién es?

Viejo: ¿No la viste?

Joven: No.

Viejo: Vení dale, toquemos así la ves un ratito.

Joven: ¡No! ¡La va a despertar a esta hora!

Viejo: Qué desperdicio. Durmiendo con ese tipo al lado. No sabés lo que es. ¡Un amargado! Parece el abuelo más que el marido.

Joven: ¿Para tanto?

Viejo: Tiene una cara. Pareciera que la mandíbula se le va a salir para afuera. Siempre de mal humor.

Joven: Algo le debe haber visto.

Viejo: Sí. La billetera. Vení.

Joven: No, pare. Mire si baja el tipo.

Viejo: Es un viejo de mierda. Debe estar en el quinto sueño.

Joven: No. No me parece.

Viejo: Dale. En una de esas hasta le damos una alegría.

Joven: No, no. Le estoy hablando en serio.

Viejo: Uy, callate. Ahora no hay nadie. Y el viejo ese debe estar roncando.

Joven: No, Raúl. ¿Qué dice? No.

Viejo: ¿Pero qué es lo que te da miedo?

Joven: No es miedo. No me parece.

Viejo: ¿Qué? ¿No te gustan las minas?

Joven: ¡Qué dice!

Viejo: Te pregunto.

Joven: ¿Qué tiene que ver? Digo que no me parece molestar a esta hora.

Viejo: Sos un cagón.

Joven: No es de cagón.

Viejo: Sí. Sos un cagón. Vamos. (Empieza a volver por donde vinieron).

Joven: ¡Espere!

Viejo: ¿Qué querés?

Silencio.

Joven: Bueno, está bien. Llamamos, compramos algo y nos vamos.

Viejo: ¡Eso! ¡Muy bien! ¡Vamos!

Toca el timbre. La mujer en la ventana reacciona y corre hacia adentro.

Joven: ¿Y qué hacemos? ¿Qué compramos?

Los hombres se aliñan.

Viejo: Tranquilo. No pasa nada. Dejame a mí. Mirala. Ahí viene. Está buena la piba, ¿no? Metete la camisa adentro.

Joven: ¿Qué? No, adentro queda fea.

Viejo: Bueno, hacé lo que quieras.

Joven: ¿Por qué? ¿Así queda mal?

Viejo: No. Callate que ahí viene.

El joven se estira un poco la camisa, se acomoda el pelo.

Ella aparece por el fondo del pasillo con una bata sobre el camisón que se anuda mientras avanza. Se recoge los cabellos. Todo con mucho apuro. Está algo agitada. Al atravesar el mostrador cambia la energía. Avanza rápido pero con apariencia serena. Se acerca a la puerta y destraba un pestillo que permite abrir la pequeña ventanita.

Mujer: Buenas noches.

Viejo/Joven: Buenas noches.

Silencio.

Mujer: ¿Sí? ¿Qué deseaban?

Viejo: Disculpe la hora, señora. No se asuste.

Joven: Somos de la película.

Mujer: Ah, sí. (Al viejo). Usted vino el otro día.

Viejo: Exactamente.

Joven: Se acuerda.

Mujer: Somos pocos en el pueblo y nos conocemos. Cuando viene alguien nuevo, nos acordamos.

Viejo/Joven: Claro.

Silencio.

Mujer: ¿Y qué andan precisando?

Joven: Eso. Andamos precisando…

Viejo: Es que estamos en el medio de la filmación y nos quedamos sin cinta aisladora.

Joven: ¡Eso! ¡Cinta! Para los cables. Es que hay muchos cables…

Viejo: Sí. Y es muy peligroso estar sin cinta. ¿No?

Joven: Muy, muy.

Viejo: Por eso la molestamos a esta hora. Es una urgencia, ¿me entiende?

Mujer: Está bien, enseguida les traigo. (Cierra la ventanita y entra).

Viejo: ¿Sos pelotudo, vos? ¡Tranquilizate! No parás de decir boludeces.

Joven: Bueno, perdón. Me puse nervioso. Es muy linda.

Viejo: ¿Viste? Te dije. Tenemos que poder entrar.

Joven: ¿Adónde?

Viejo: Acá adentro. Por la ventanita no podemos hacer nada.

Joven: ¿Hacer qué? No, no. Ya está, Raúl. Ya la vimos, ya charlamos, ahora nos vamos.

Viejo: Ah, no. Vos sos boludo en serio. ¿Adónde te querés ir? Logramos que la chica baje y nos atienda. Ahora tenemos que entrar.

Joven: Usted está loco. Yo me voy. (Amaga irse).

Viejo: (Tomándolo del brazo). Vos no te vas a ningún lado.

La mujer abre la ventanita sonriendo.

Mujer: Aquí tienen. Negra está bien, ¿no?

Viejo: Perfecto.

Mujer: ¿Algo más?

Joven: No. / Viejo: Sí.

Mujer: ¿Sí o no?

Viejo: Sí. Lo que pasa es que mi compañero no la quiere molestar. Pero hace un ratito se tropezó y se torció un poco el tobillo. (El joven lo mira). Y yo pensé, que quizá le podíamos pedir a usted un poco de hielo y una venda.

Mujer: ¡Sí, claro! ¡Cómo no! ¿Pero cómo no me avisaron antes?

Viejo: Es que mi amigo es un poco tímido. (Le palmea la espalda. El joven ríe forzado.)

Mujer: No, no. Con esas cosas no se juega. Es peligroso. Después se curan mal y quedan los huesos torcidos para toda la vida.

Joven: Igual no es para tanto. No se preocupe.

Mujer: Claro que me preocupo. ¿Te duele mucho?

Joven: No, no es nada.

Viejo: ¡¿Cómo no?! Si hace un rato te estabas quejando del dolor.

Joven: No la quiero molestar.

Mujer: No es molestia para nada. ¿Por qué no te sentás un rato así descansás el tobillo?

Joven: Bueno, bueno. (Se va a sentar en el escalón).

Mujer: No, hombre. ¿Cómo te vas a sentar en el piso? Pasá y te sentás adentro. (Cierra la ventanita y comienza a abrir la puerta).

Viejo: ¡Pero qué amable la señora! Realmente le agradecemos mucho.

Mujer abre la puerta.

Viejo: Vení, apoyate en mí. (Lo rodea con el brazo).

Joven: Estoy bien, igual…

Mujer: El señor tiene razón. Mejor no apoyes más el pie hasta que te lo vendes. Pasen.

Se enciende una luz que ilumina el interior del negocio: una estantería de madera oscura llena de frascos, cajas, paquetes, que va del piso al techo y de pared a pared. Delante de la estantería, un mostrador de madera oscura que apoya en un anaquel de vidrio. Sobre el mostrador hay una caja registradora gris y alta. A la izquierda de la caja, por delante del mostrador, un sillón de madera.

Mujer: Siéntelo ahí.

El joven abrazado al hombre va saltando en un pie. Se sienta en el sillón que está al lado del mostrador. Al entrar al negocio, se apaga la luz de afuera.

Mujer: Dejen los bolsos ahí nomás. Voy a buscar el hielo y la venda.

La mujer se va. El viejo deja los bolsos en un rincón.

Joven: (Bajo). ¿Qué carajo le dijo? Ahora sí que parezco un boludo.

Viejo: Y sí. ¡Pero entramos!

Joven: Se va a dar cuenta de que no tengo nada.

Viejo: Qué se va a dar cuenta si no es médica. Pero tardá un ratito en recuperarte, ¿eh? Así nos da el tiempo.

Joven: ¿Tiempo para qué? No, Raúl, no me gusta esto. Me quiero ir.

Viejo: ¡Uy! ¿Quién te entiende? Hace un rato decías que acá no pasaba nada. Te invento un poco de diversión y te querés ir. Sos un desagradecido.

Joven: No se enoje.

Viejo: Callate. Ahora viene, le pago y nos vamos.

Joven: Es que no sirvo para estas cosas.

Viejo: Sí, si fuera para estas cosas, solamente.

Joven: ¿Qué dice?

Viejo: Nada.

Joven: No, nada no, algo dijo.

Vuelve la mujer trayendo varias cosas en sus manos.

Mujer: A ver. Sacate la zapatilla.

El joven mira al viejo. El viejo le levanta los hombros y se da vuelta. El joven mira a la mujer. Se saca la zapatilla y la media. La mujer se pone en cuclillas y le mira el tobillo.

Mujer: No lo tenés hinchado.

Joven: Igual me duele bastante.

El viejo se sorprende. Lo mira y sonríe.

Mujer: Ah, ¿sí? Tomá. (Le da una bolsa de nylon con hielo). Apoyala donde te duele. Tenela un ratito. Después te vendás. ¿Cómo te lo torciste?

Viejo: No sé. Se empezó a quejar de golpe.

Joven: Me lo debo haber torcido en el partido.

Mujer: Ah. Entendí que te habías tropezado.

Joven: Sí, además me tropecé.

Mujer: ¿Jugás al fútbol?

Joven: No… ¡Sí! Jugué hoy nomás, con los otros técnicos. Hoy a la tarde.

Mujer: ¿Y te duele hace tanto?

Joven: No. Es que me di cuenta ahora. Cuando me tropecé.

Viejo: Cuando enfrió. En caliente uno no se da cuenta de nada.

Mujer: Claro. Y con este calor, debe tardar más, ¿no?

Joven/Viejo: Sí, sí, sí.

Silencio.

Mujer: ¿Quieren un vaso de agua fría?

Joven: No, por favor, no te molestes más.

Mujer: Yo tengo sed. ¿Quieren?

Viejo: Bueno, la verdad es que algo fresco me vendría bien, y si no hay otra cosa…

Mujer: ¿Otra cosa?

Joven: Disculpá, es medio confianzudo mi amigo.

Viejo: ¿Por qué confianzudo? Es la verdad. Hace rato que andamos buscando un barcito para tomar algo, una cervecita fría, algo así, pero en este pueblo está todo cerrado a esta hora.

Mujer: ¿No estaban trabajando?

Silencio. Los hombres se miran.

Viejo: Sí, sí… pero hicimos un pequeño descanso, como teníamos que comprar la cinta y no podíamos seguir…

Mujer: Ah, claro. (Al joven). ¿Y viniste hasta acá con el tobillo así?

Joven: ¡No! Es que todo esto fue antes… antes… de que me tropezara.

Mujer: Ah.

Silencio.

Mujer: Bueno, no sé. No soy de tomar alcohol.

Joven: Está bien, no te preocupes.

Mujer: Lo único que tengo es un licorcito casero que hace mi mamá. Es muy rico. Si quieren tomamos una copita.

Viejo: ¡A mí me parece una idea excelente!

Joven: No, no, Raúl, es un abuso.

Viejo: Pero si ella nos está ofreciendo, ¿no es cierto? No le vas a despreciar. Mirá que es de mala educación.

Joven: No, por favor, no lo tome a mal. No es ningún desprecio. Pero prefiero que no. Tomen ustedes si quieren.

Viejo: Pero dale. ¿Qué, te da vergüenza tomar delante de la señorita?

Joven: Qué dice, Raúl.

Mujer: Miren. Ahora me tenté yo, así que lo voy a traer. Permiso.

La mujer sale.

Viejo: ¡Qué vueltero con el licorcito! ¿Tanto te costaba decirle que sí?

Silencio. El joven mira su tobillo.

Viejo: Te estoy hablando.

Silencio.

Viejo: ¿Qué te pasa? ¿Te ofendiste?

Joven: ¿Qué quiso decir antes?

Viejo: ¿Quién?

Joven: ¡Usted! ¡No se haga el distraído!

Viejo: ¿De qué hablás? No te entiendo.

Joven: ¿Qué quiso decir? ¿Para qué no sirvo?

Viejo: No dije nada. No te enredes.

Vuelve la mujer con una botella y unos vasitos.

Mujer: Aquí estoy. A ver. Hace tanto que no tomo. Sírvase.

Viejo: Muchas gracias. (Amaga a brindar). Por usted.

Mujer: (Al joven). Te traje un vaso igual. ¿No lo querés probar?

Viejo: (Bebe). Mmm… riquísimo.

Joven: Bueno, pero un poquito nomás.

Viejo: Mándele mis felicitaciones a su mamá. / Joven: Gracias.

Mujer: Le voy a decir. De nada. Yo le ofrecí venderle acá algunas botellitas pero no quiere saber nada. Es una cabeza dura.

Joven: Se parece a la hija.

Mujer: ¿Qué? ¿Te parezco cabeza dura?

Joven: Y, yo no quería entrar y mirá donde estoy ahora y con el licorcito.

Mujer: (Ríe). Tenés razón.

Viejo: Carácter. Usted es una mujer con carácter. ¡Mire el trabajo que tiene! ¡No es para todos!

Mujer: ¿Por qué? ¿Qué tiene de particular?

Viejo: Digo, tiene que andar atendiendo a cualquiera, a esta hora…

Mujer: No es muy común que alguien venga tan tarde. Además nos conocemos todos acá y ustedes no son cualquiera. ¿No?

Joven: No, no. ¡Claro! No tiene nada de malo, Raúl.

Mujer: ¿Quiere un poco más?

Viejo: Me encantaría. No dije que tuviera algo malo. Pero vende tantas cosas, debe tener mucho trabajo.

Mujer: Ah. No, no tanto. Antes había un ayudante, pero ahora no hace falta. Ayudo yo.

Joven: ¿A quién?

Mujer: ¿A quién qué?

Joven: ¿A quién ayudás?

Mujer: Al dueño. Pensé que lo conocían.

Viejo: Yo sí, el otro día me atendió él.

Joven: Yo no sabía. ¿Y ahora dónde está?

Mujer: ¿Quién?

Joven: El dueño / Viejo: Su marido.

Joven: ¿Es tu marido?

Mujer: Sí.

Joven: Ah. ¿Y dónde está?

Mujer: Arriba. Durmiendo. ¿Te sirvo?

Joven: Bueno. Hablemos bajo entonces, Raúl, así no lo despertamos.

Mujer: No, no se preocupen. Duerme como un tronco. Ni el timbre lo despierta. ¿Y cómo está ese tobillo?

Joven: Mejor. Creo que ya lo puedo vendar.

Mujer: Ahí te dejé la venda.

Joven: Ah. Gracias. (Deja el hielo y empieza a tratar de vendarse).

Silencio. Todos lo miran. Tiene las manos mojadas y le cuesta hacerlo.

Mujer: ¿Querés que te ayude?

Joven: Bueno, si no es molestia. No sirvo para estas cosas.

Mujer: A ver. Avisame si te aprieto mucho.

Lo venda cuidadosamente.

Joven: ¿Te casaste joven?

Mujer: Sí.

Joven: ¿Hace mucho?

Mujer: Bastante…

Joven: Mirá vos. ¿Y tenés hijos?

Mujer: No.

Joven: No te imaginaba casada.

Mujer: Nadie se imagina.

Viejo: Discúlpeme el atrevimiento, pero ¿podría pasar al baño?

Mujer: Claro, cómo no. Mire, pase el mostrador y ahí, apenas empieza el pasillo hay un bañito.

Viejo: Es que hace rato que andamos dando vueltas y…

Mujer: No me explique nada. Pase.

El viejo sale.

Joven: (Riendo). Se ve que el licorcito le dio ganas…

Mujer: (Riendo también). Sí. Bueno, ya está. A ver, pisá. Despacio. Yo te ayudo. (Lo ayuda a pararse).

Joven: Está muy bien. Sos buena enfermera.

Mujer: Y, acá hay que saber hacer de todo.

Joven: Claro.

Mujer: Caminá un poquito a ver si podés. ¿No te duele?

Joven: No, un poco nomás, cuando apoyo el talón.

Mujer: Fijate si podés ponerte la zapatilla.

Joven: Sí, creo que sí.

Silencio.

Mujer: ¿Y vos?

Joven: ¿Yo qué?

Mujer: ¿No estás casado?

Joven: (Ríe). No. Yo no.

Mujer: Bueno, alguna novia debés tener.

Joven: No, no. Por ahora, nada.

Mujer: ¿No? Y, es que viajan mucho ustedes. ¿No? Debe ser difícil encontrar a alguien.

Joven: Sí… Bah, no. No viajamos tanto. Ahora, con esta película sí, pero en general, no.

Mujer: ¿Y entonces?

Joven: ¿Entonces qué?

Mujer: ¿Por qué no tenés novia? Sos simpático, gracioso…

Joven: (Se sonroja). Gracias… Y, no sé. Se ve que no la encontré todavía.

Mujer: O ella no te encontró a vos.

Silencio.

Joven: Puede ser.

Mujer: Además allá debés tener un montón de lugares a donde ir y conocer gente, ¿o no?

Joven: Más o menos. No soy de salir mucho.

Mujer: ¿En serio? Yo siempre pienso que debe ser tan divertido vivir allá. Está lleno de bares, de cines, de lugares.

Joven: Sí, está lleno. Es verdad. (Pausa). Y está lleno de gente también.

Mujer: ¿Ves? Se deben aburrir un montón ustedes acá.

Joven: ¿No conocés la ciudad?

Mujer: No. Nunca fui.

Joven: Pero no es tan lejos.

Mujer: Sí. Ya sé. Pero nunca fui.

Silencio.

Joven: ¿Y por qué?

Mujer: Qué se yo, cosas.

Joven: ¿Qué cosas?

Mujer: No sé… Me da vergüenza.

Joven: Dale, decime.

Mujer: No, no importa.

Joven: Dale, contame. Yo después te cuento algo mío.

Mujer: ¿Cómo algo tuyo?

Joven: Algo que me dé vergüenza a mí.

Mujer: Ah, bueno, dale.

Joven: No. Vos primero.

Silencio.

Mujer: Me da un poco de miedo.

Joven: ¿Qué cosa?

Mujer: ¡Ir a la ciudad!

Joven: ¡Ah! ¿Miedo de qué?

Mujer: ¿Ves? Te parezco una tonta.

Joven: ¡No! ¡No! Te estoy preguntando para saber qué te da miedo…

Mujer: No sé. No conozco a nadie allá, y no sé… Me parece que voy a llegar y me voy a perder. Pensé muchas veces en ir pero pasan tantas cosas… Es un poco peligroso.

Joven: Un poco, sí. Pero como en cualquier lado. Peligroso es que le abras a cualquiera, como hoy.

Mujer: No. Es distinto. No entendés.

Joven: Sí que entiendo.

Mujer: No. Vos sos de allá. No entendés.

Silencio.

Joven: Si querés, un día que te den ganas de ir, me avisás y yo te voy a buscar a la estación y te llevo a pasear y después al cine.

Mujer: ¡A bailar!

Joven: (Ríe). ¿A bailar? Yo soy medio duro bailando, pero si te gusta eso, te llevo.

Mujer: ¿No te gusta bailar?

Joven: Mucho no.

Mujer: A mí es lo que más me gusta en la vida.

Joven: ¿Sí? ¿Y qué bailas?

Mujer: ¡Cualquier cosa! Antes iba mucho a bailar con mis amigas. Ahora no puedo. Pero cuando hay algún cumpleaños o alguna fiesta, ahí sí, aprovecho.

Joven: Debés bailar lindo.

Mujer: ¿Cómo sabés?

Joven: No sé, me imagino. Como te gusta tanto. En general uno hace bien las cosas que le gustan hacer…

Mujer: ¿Sí?

Joven: Sí. (Pausa). Bah, qué sé yo…

Silencio.

Mujer: ¿Y vos qué hacés bien?

Joven: ¿Cómo qué hago bien?

Mujer: Por lo que dijiste. Si uno hace bien lo que le gusta, entonces vos qué hacés bien. (Silencio) Es como preguntarte qué te gusta hacer.

Joven: Sí, entendí. Estaba pensando. Pero no sé.

Mujer: ¿Cómo no vas a saber?

Joven: No, no sé.

Mujer: ¿Jugar al fútbol?

Joven: Sí, me gusta, pero no tanto…

Silencio.

Mujer: ¿Tu trabajo?

Joven: No. Bueno, sí… No.

Mujer: Debe ser lindo hacer películas.

Joven: Es lindo mirarlas.

Mujer: ¡Entonces te gusta mirar películas!

Joven: (Ríe). Sí. Eso sí.

Silencio. Ella va al mostrador y sirve dos vasos. Le alcanza uno a él.

Joven: ¿Y a vos te gusta el cine?

Mujer: ¿El cine? No sé… No hay cine acá.

Joven: ¿Y?

Mujer: Y…

Silencio.

Joven: ¿Nunca fuiste al cine?

Mujer: ¡Sí! Una vez, cuando era chica, con mi papá. Lo acompañé a entregar mercadería a dos pueblos de acá y cuando terminamos me llevó. No me acuerdo qué vimos. Lo que sí me acuerdo es cuando se apagaron las luces. ¡Me pegué un susto! Había poca gente en el cine. Y yo me agarré al brazo de mi papá tan fuerte que cuando salimos todavía tenía mis dedos marcados.

Silencio.

Joven: Entonces, te voy a llevar al cine…

Mujer: Igual sí veo películas. Por la tele.

Joven: Claro. ¿Viste Los caminos de Dios?

Mujer: No.

Joven: Ah.

Mujer: ¿Por?

Joven: En esa película trabajé.

Mujer: ¿Sí?

Joven: Fue mi primer trabajo en cine.

Mujer: Debés conocer muchos famosos.

Joven: (Ríe). A algunos.

Mujer: ¿A quiénes?

Joven: A ver…  A Christian Suarez.

Mujer: No sé quién es.

Joven: Es el protagonista de esa película. ¿A Eugenia Bilbao la conocés?

Mujer: Me suena el nombre.

Joven: Sí, a ella la conocés seguro. Trabaja en tele ahora, en una novela que dan a la noche.

Mujer: ¿Mujer inquieta?

Joven: ¡Ahí! Es la novia del dueño de la financiera.

Mujer: ¡Sí! ¡Ya sé quién es! ¿Y es amiga tuya?

Joven: (Mandándose la parte). Sí. La conocí filmando. Es macanuda.

Mujer: ¿Y vos qué hacés?

Joven: ¿En la peli?

Mujer: Sí.

Joven: Soy eléctrico.

Ella lo mira sin entender.

Joven: Me ocupo de las conexiones, de los cables…

Mujer: Ah…

Silencio.

Mujer: ¿Y en cuál más trabajaste?

Joven: En Bajo Cero y en esta de ahora.

Mujer: Esa tampoco la vi.

Joven: Está buena. La hicimos en el sur, cerca del glaciar.

Mujer: ¿Ves que viajás un montón?

Joven: No. Dos veces nomás. Esa vez y ésta.

Mujer: Trabajaste en tres y viajaste en dos.

Joven: Bueno, sí, es verdad. Pero de casualidad. No es tan común. En esa viajamos porque necesitábamos paisajes con mucha nieve y mucho lugar también. Era como de acción. Con muchos efectos especiales, explosiones…

Mujer: No me gustan las películas de acción.

Joven: ¿No? Pero hay algunas que están muy bien hechas.

Mujer: Sí, no sé. Me aburren un poco.

Joven: Claro. Te gustan más las románticas, seguro.

Mujer: No. Nada que ver.

Joven: ¡Las comedias musicales!

Mujer: ¡No!

Joven: Ah. Como te gusta tanto bailar.

Mujer: Me gusta bailar a mí, no ver bailar a los demás.

Joven: (Ríe). ¿Y qué te gusta?

Mujer: Me gustan las de suspenso.

Joven: ¿En serio?

Mujer: (Ríe). ¡Sí! Me encanta sentir miedo…

Joven: Mirá vos.

Mujer: …mirando películas.

Joven: Claro.

Silencio.

Mujer: (Se sirve un vaso y le sirve a él. Se lo alcanza.) Bueno, ahora te toca a vos.

Joven: ¿Qué?

Mujer: Me tenés que contar algo que te dé vergüenza a vos. Habíamos quedado en eso.

Joven: Ah. Tenés razón. Me había olvidado.

Silencio. Él bebe de un trago.

Joven: ¿Querés bailar?

Mujer: ¿Cuándo?

Joven: Ahora.

Mujer: ¿Cómo bailar?

Joven: Bailar. Dale, yo te acompaño.

Mujer: No. No se puede. No hay música.

Joven: No importa.

Vuelve el viejo del baño.

Mujer: Sin música no se puede bailar. / Viejo: Bueno, acá estoy.

Joven: A ver, esperá. Raúl, ¿podemos abrir la vitrola?

Viejo: ¿Para qué? / Mujer: ¿De qué hablan?

Joven: Quiere bailar. ¿Me deja?

Viejo: Bueno, pero con cuidado.

Joven: ¡Gracias! (Va hacia los bolsos).

Viejo: Pero esto queda acá, ¿eh?

Joven: ¡Prometido! (A ella). Vení, mirá. / Viejo: Si no después se la agarran conmigo…

El joven toma uno de los bolsos que entraron, lo pone sobre el sillón y lo abre con mucho cuidado.

Mujer: ¿Y eso qué es?

Joven: Una vitrola. La usamos en la película. ¿Te gusta?

Mujer: ¡Sí! ¡Mucho! ¿Y funciona?

Viejo: ¡Claro que funciona! Hay que armarla, primero. A ver, dejame a mí mejor, que es delicada. (El viejo va a la vitrola, la pone sobre el mostrador y comienza a armarla). ¿No me sirve una copita más?

Mujer: ¡Claro, cómo no! (Al joven). ¿Vos querés?

Joven: Bueno. Pero dejá, yo sirvo.

Mujer: Gracias.

El joven toma la botella y sirve.

Mujer: ¿Y para qué la usan?

Joven: (Repartiendo los vasos). Para una escena. Es una película antigua. Hay unas chicas que quieren bailar tango, y como no las dejan, se encierran en un cuarto y bailan con la vitrola.

Mujer: ¿Y por qué no las dejan?

Viejo: Antes las mujeres no podían bailar tango. Era un baile de hombres. (Al joven). Pasame un disco del bolso azul.

Joven: Sí.

Viejo: (A ella). Mire, acá se pone el disco, y con esta palanca, así se la hace andar…

Mujer: ¿Y la música por dónde sale?

Viejo: Por acá.

Mujer: Ah. / Joven: ¿Qué disco, Raúl?

Viejo: No sé. Cualquiera.

Mujer: ¿No se enchufa?

Viejo: No. No hace falta. Para eso está la palanca.

Joven: Acá, ponga éste. (Llevándole el disco).

Viejo: A ver.

Joven: (A ella). ¿Sabés bailar tango? Es lo único que hay.

Mujer: No.

Joven: Yo tampoco.

La música empieza a sonar. El viejo maneja la vitrola. Le gusta hacerlo.

Mujer y joven están frente a frente.

Joven: Bueno, no importa. Inventamos.

Ella termina el licor de un trago y deja el vaso en el mostrador. Él da un paso y se ponen en posición de baile. Comienzan a bailar, torpemente al principio. Poco a poco avanzan en el baile. Se van acercando cada vez más. Bailan hasta que el tema termina. Quedan los dos turbados luego de ese contacto.

Joven: Es verdad que bailás bien.

Mujer: Gracias. Vos no sos tan malo, tampoco.

Viejo: Está bueno este aparatito.

Mujer: ¡Sí! ¡Es muy lindo!

Silencio.

Viejo: ¿No habremos despertado a su marido con tanto ruido, no?

Mujer: No. Tiene el sueño muy pesado.

Joven: Menos mal.

Se prende la luz de seguridad de afuera. Todos se sobresaltan y miran hacia el exterior. Ella corre a la puerta a ver qué es. El joven da unos pasos hacia ella pero se detiene más atrás. Ella sale apenas afuera. Mira a un lado y al otro. Silencio. La luz se apaga.

Joven: ¿Y?

Mujer: No sé. No veo a nadie.

Viejo: Debió ser un gato. A mí me pareció escuchar un maullido.

Mujer: ¿Sí?

Viejo: Sí.

Mujer: Puede ser el gato de al lado.

Ella sale a la vereda y hace sonidos como llamando a un gato, pero nadie se acerca. Al hacerlo se enciende la luz de seguridad. El joven sale también. Se queda en la puerta mirándola.

Joven: Te asustaste.

La mujer se da vuelta.

Joven: Cuando se prendió la luz, digo.

Mujer: Ah, sí. Es que no me acostumbro. La pusimos hace poco.

Silencio.

Joven: Vení.

Mujer: ¿A dónde?

Joven: Vení acá al lado mío.

Silencio.

Joven: Dale, vení. No te voy a hacer nada.

La mujer va a él. La luz se apaga.

Joven: (Mirando al cielo). Así es más lindo. Se ven las estrellas.

Mujer: Ah, sí.

Joven: Acá se ven mucho más.

Mujer: ¿Sí?

Joven: Y sí. Hay menos smog.

Mujer: Claro.

Joven: (Señalando). Mirá, ese es el Cinturón de Orión. ¿Lo conocés? Acá se ve muy bien.

Mujer: ¿Cuál?

Joven: ¿Ves ese lucero que brilla mucho?

Mujer: Sí.

Joven: Ese es el ojo. Si mirás más abajo, hay una línea de estrellas que forman las manos y la flecha, más abajo está el cinturón y las dos de debajo de todo son los pies. Es un hombre que está parado así (Imita la figura de un hombre disparando una flecha con las piernas inclinadas hacia atrás).

Mujer: Se ve que andás mejor de tu pierna.

Joven: ¡Uy, la pierna! ¡Es verdad! ¡Me olvidé! Me molesta un poquito nomás, pero estoy bien.

Mujer: Sí, sí, sí.

Joven: Es que me vendaste fuerte. Ni la siento.

Mujer: Sí.

Silencio.

Viejo: (Desde adentro). Bueno, yo ya guardé todo. Vamos yendo, ¿no?

Mujer: Ah.

Viejo: Es que es muy tarde y mañana nosotros madrugamos.

Mujer: (Entrando). Claro. Yo también.

Viejo: Por eso. Díganos cuanto le debemos. Tomá. Guardá el disco.

Mujer: Sí. Al final no era tan urgente la cinta. No van a ir a filmar ahora, por lo que veo.

Joven: Es que ya se hizo muy tarde.

Mujer: Claro.

Silencio.

Viejo: ¿Cuánto es, entonces?

Mujer: La cinta y la venda: $300.

El joven se apura para llegar a pagar, pero el viejo que está más cerca, le gana.

Viejo: Dejá. Después arreglamos.

Le paga. Ella guarda el dinero en la caja registradora y les da el vuelto.

Viejo: (Rechazando el vuelto). No, no, no. Cóbrese la bebida.

Mujer: Fue una invitación.

Viejo: Bueno, por las molestias entonces.

Mujer: La amabilidad no se cobra. Tome su vuelto.

Viejo: Tenés razón que es cabeza dura.

Joven: ¿Vio?

Viejo: Bueno. Realmente, un placer conocerla.

Mujer: El gusto fue mío.

Viejo: Le beso la mano con el pensamiento…

Mujer: Los acompaño.

Viejo: Disculpe las molestias.

Mujer: No fue ninguna molestia, al contrario, me divertí muchísimo. Deberían venir otro día. Cuando necesiten algo. Esto a veces es tan aburrido.

Viejo: Me imagino. Para usted sobre todo, una mujer tan joven.

Joven: Te prometo que vuelvo pronto.

Mujer: Cuando quieras.

Viejo: Adiós (Sale a la calle. Se prende la luz de seguridad. Comienza a armar un cigarrillo.)

Mujer: Adiós.

Joven: Adiós. (La mira y sonríe).

Mientras salen ella cierra las puertas y las traba con el pestillo. Toma los vasos y la botella y corre hacia adentro. Apaga las luces y desaparece por el pasillo.

Viejo: Me moría por un cigarrillo.

Joven: ¡Qué linda qué es!

Viejo: ¿Viste? Si te digo que es carnaval…

Joven: ¿Y se casó con un viejo?

Viejo: Y andá a saber. Igual, estaba chocha con vos.

Joven: ¿Le parece?

Viejo: ¿No le viste los ojitos?

Joven: A mí también me pareció.

La mujer aparece por el balcón y espía la conversación de los hombres a través de los vidrios de la ventana.

Joven: Espere.

Viejo: ¿Qué te pasa?

Joven: No me puedo ir así.

Viejo: ¿Así cómo?

Joven: Tengo que hacer algo.

Viejo: ¿Con qué?

Joven: ¡Con ella!

Viejo: ¿Y qué querés hacer?

Joven: No sé… Ayúdeme. Tengo que hacer algo.

Viejo: ¡Uy, dios! ¿Te enamoraste? (Ríe).

Joven: No se ría… Ayúdeme. Antes de que se duerma.

Viejo: No sé. Qué sé yo… Tocale el timbre de nuevo.

Joven: ¿Y qué le digo?

Viejo: No le digas nada. Si está entregada. Tocale el timbre…

Joven: ¡Por favor, Raúl!

Viejo: ¡Uy! ¿Qué querés? ¿Cantarle una serenata?

Joven: No, en serio… No me puedo ir así. No me voy a poder dormir.

Viejo: Uuu… Te gustó en serio la piba. Pero está casada.

Joven: Sí, ya sé.

Silencio.

Viejo: Bueno, andá, tocale el timbre… y cuando baje pedile que te abra… decile que te olvidaste algo… no sé… la billetera. Eso. Y adentro… Ahí ves qué hacés.

Joven: ¿Le parece?

Viejo: Sí. Y cuando estés adentro, no digas nada.

El joven lo mira.

Viejo: Dale. Andá. No lo pienses. Yo me voy al hotel.

Joven: Bueno, está bien. Después le cuento.

Viejo: ¡Mañana! Voy a estar en el quinto sueño cuando llegues. (Se va yendo).

Joven: ¡Raúl!

Viejo: ¿Qué te pasa?

Joven: ¡Gracias!

Viejo: ¡Suerte! (Sale).

Cuando el joven queda solo, ella abre las ventanas y se apoya en el borde del balcón sonriendo entusiasmada. El joven se acomoda la ropa y toca el timbre. Cuando suena el timbre ella entra a la habitación para ir a atenderlo pero el hombre que duerme a sus espaldas incorpora su cabeza algo sobresaltado.

Hombre: Pero ¿quién es a esta hora?

Ella mira hacia adentro, luego hacia fuera. Entorna las ventanas.

Mujer: (En un susurro). Dejá, Luis, no te levantes.

Hombre: ¿Qué hacés despierta?

Mujer: Tenía mucho calor, no me podía dormir, dejá que yo voy.

Hombre: No, andá a saber quién es. Quedate acá por las dudas.

Mujer: Pero no. Dejá. (Se le ocurre). ¡No es nadie!

Hombre: ¿Qué decís?

Mujer: Que estoy mirando y no es nadie. Se ve que tocaron para molestar y se fueron.

Hombre: ¿Segura?

Mujer: Sí. Acostate. Si vuelven te aviso.

La mujer mira por la ventana. El joven mira para adentro. Espera. Va a tocar de nuevo pero no lo hace. Vuelve a mirar hacia adentro. Se aleja de la puerta mirando la botica. Se da vuelta y comienza a salir. Se apaga la luz de seguridad.

APAGÓN

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