NO CABALLO ENTRE CABALLOS

Revista Número 17

Manuel Duarte

Cuando yo era chiquito pensaba que los caballos eran caballos, claro, pero también algo más que sí mismos; como animales de este mundo y a la vez de otro lugar.

Muchos años después, los poemas de Héctor Viel Temperley me revelaron esto que sigue: ese otro lugar no está fuera del mundo. Ese otro lugar es en verdad la mente. Sí, los caballos, ante todo, son animales de la mente.

Me gusta pensar la mente como algo con principio y con final. Delante, se encontrarían las cosas por las que ella va, las cosas que trae y elige. Al fondo, en cambio, estarían las cosas que van a la mente (y a pesar de ella). Así, el principio correspondería al sector de la fantasía, y el final al de la imaginación.

Estos poemas intentaron seguir el ímpetu que mi imaginación les ha dictado. Todo esto dicho con dos salvedades necesarias.

Primero, que cuando antes se dijo cosas debiera entenderse palabras, porque la mente, sabrán ustedes, es un terreno atestado de palabras (¿quién puede pensar sin ellas?).

Y segundo, que la imaginación por la que uno se deja influir (puesto que cree en ella y en su verdad) no es en absoluto propia, sino parte de una imaginación, como decía Wallace Stevens, mucho mayor, mucho más amplia y potente.

Lo que sea que uno escriba sale de perseguir esa imaginación y, con ello, hacer del propio entendimiento el entendimiento de los demás (o viceversa), para que la imaginación misma se realice y los poemas, finalmente, se conviertan en todo lo que ya son.

Manuel Duarte

 

Esta tarde, Dios habla en los saltos del río

para nombrarme caballos que todavía yo recuerdo HÉCTOR VIEL TEMPERLEY

 

 

 

NATURAL DE GOLTE, ESLOVENIA. LIPIZZANO. GOZOSO. VISTO EN SUEÑOS POR DOÑA LUKA

Noble, áureo, bayo y luego gris

y opaco como el estaño, trotaba arpado y canoro este caballo, aun sabiendo

su trote y cuerpo finitos, desusados pues si era caballo de tanto en tanto nomás lo era si Luka soñaba

Su andar lucía, calmoso,

sobre dunas y cerros y campos como la idea de orden en el campo:

grácil y elástico, repetía en paz su ser caballo en tanto soñado, su ser no caballo, sino imagen de caballo

Igual a sí mismo como igual el sueño que noche a noche como corcel

lo convocaba, desoyó destinos y funciones a excepción de ser

lo que era y cómo era: Lipizzano orgulloso de trotar lo que trotar pudiese

Y aunque risueño y recurrente con todo un día en el sueño desistió su suceder y partió

a la nada el caballo y su armonía

sin preanuncio, sin saberse, esa noche, caballo por última vez

 

No manifiesto, mas no por eso caballo muerto, trocó ser soñado

por recordado: indemne entonces su figura, su lugar y su genio: caballo trotando,

sobre dunas y cerros y campos, caballo sereno, dígase: reconciliado

 

 

NATURAL DE CARTAGENA, COLOMBIA. BRETÓN. TRÍPEDO. VISTO EN DIBUJO DE DON RAMÍREZ

 

Forjó una idea y con ella

dio forma a este caballo, antes cosa informe, polvillo, nebulosa rebotando por las paredes de su mente

—la de Ramírez— que tenía vastas habitaciones en la cabeza

Se diría un Bretón

de tres patas castañas, como castaño el tronco y la mirada: trazo grueso y desarreglado, las lindes de Ramírez en la arena diana, espumosa y acuosita

 

Pegó la oreja Ramírez

al dibujo suyo bajo sí: oyó

al mar en la propia arena y oyó a la arena relinchar: canto sano,

sabor a alfalfa y a gramilla, canta el caballo la tierra: su verdad

Si me duermo —pensó entonces— trajino el suelo al sueño: sueño

al caballo para que exista ya no

en dibujo, sino en carne y hueso, siendo lo real imaginado y siendo el sueño

de suerte un océano

 

Despertó y no supo ver

lo que soñó; mas vio la marea

su dibujo se había llevado: irguió

el lomo Ramírez —entonces aliquebrado— sacudió la arena de su cola y crines, galopó, erradizo, junto al mar

 

 

Manuel Duarte nació en Buenos Aires en 1993. Es sociólogo por la UBA. Publicó Cómo se inventó el cuerpo de manuel por Salta el Pez Ediciones (2020) y No caballo entre caballos por Mágicas Naranjas (2022).

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