El perro de doble cuerpo

Revista Número 17

Bob Chow

Me llamó la atención que un maestro de la concisión y las formas elegantes como Borges escribiera un cuento microscópico, ignorado e incluso mediocre bajo el título de El perro de doble cuerpo:

El perro que guardaba los rebaños del triforme Gerión tenía dos cabezas y un cuerpo, y felizmente Hércules lo mató; el T’ao-t’ieh invierte ese procedimiento y es más horrible porque la desaforada cabeza proyecta un cuerpo a la derecha y otro a la izquierda. Suele tener seis patas porque las delanteras sirven para los dos cuerpos.

FIN

Por desgracia, la sorpresa se extinguió en pocas horas. Lo de arriba es apenas lo que parece: un párrafo. Y, en calidad de párrafo, se lo encuentra en verdad dentro de algo que tampoco es un cuento sino una de las tantas descripciones de El libro de los seres imaginarios que Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo llamó El T’ao-t’ieh.

Técnicamente, Internet inventa nuevos cuentos y poemas de Borges que los desprevenidos se animan a recitar por YouTube. Como uno es una máquina de hacer sentido, este asunto marginal podría combinarse con la idea borgiana de que todas las obras provienen de un solo autor, intemporal y anónimo. También aplica —como sugiere por igual Burroughs—, la concepción de la literatura como una infinita lectura de textos que surgen de otros y remiten a un texto original, perdido, inexistente o tachado.

Así, el engendro electrónico El perro de doble cuerpo, podría tener vida propia más allá de la que le instiló la pluma original y evolucione en pos de una mayor monstruosidad futura. El contexto es favorable. No existe aún consenso científico acerca de si el universo es finito o infinito. Solo el universo observable —aquel que podemos captar porque su luz tiene la posibilidad física de alcanzarnos— albergaría unos doscientos mil millones de galaxias (con unos cien mil millones de estrellas cada una…), haciendo un cálculo conservador. En el caso de que el cosmos fuese infinito y homogéneo, se puede predecir sin más que los planetas con historias como el nuestro empezarían a repetirse al punto de albergar copias exactas de la persona que escribe y la que lee esta línea, si se concede la suficiente distancia (10^10^29 metros). Nada en las observaciones cosmológicas actuales impide un universo iterativo —la versión más intuitiva de mundos paralelos— en el que haya lugar real para los seres imaginados por Borges, entre ellos, el perro de dos cuerpos y cualquier fea variante. La magia de los grandes números es aberration-friendly, absolutamente todos los entes, por abominables que sean, están invitados.

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