Entrevista a Carla Maliandi

Revista Número 13

Sebastian Martinez

 

1. ¿Cómo nació La habitación alemana?

 

Me parece que nació como todo, con una primera imagen. Tenía la imagen recurrente del avión, del escape, la evasión de la realidad de un personaje, a través de un viaje. Viajar sin plan, sin plan turístico y sin plan profesional. Una persona que no sabía para qué había subido al avión. Y empecé a tironear de eso. Así apareció esta parte biográfica, que era volver a esta ciudad alemana, Heidelberg, que yo conozco porque viví ahí de chica. Y quise ver qué pasaba si instalaba a esta narradora ahí, sin nada que hacer.

No pensaba que era una novela, pensaba en un cuento o una obra de teatro.

 

2. ¿Eso que escribías se daba en el marco de un taller?

 

Sí, había empezado a ir al taller de Julián López y Selva Almada y quería ver qué pasaba; yo soy dramaturga, no escribía narrativa. Tenía cuentos y quería ver también qué pasaba si leía las primeras imágenes de La habitación alemana. Y enseguida se encausó en una novela.

También coincidió con un momento particular: ese año había muerto mi papá y había algo con la escritura que me estaba empezando a pasar. Yo estaba muy acostumbrada a escribir en función de la puesta de teatro. Lo mío era una escritura muy socializada, trabajaba con actores. Nunca me creía lo de la escritora que se sienta a escribir sola, que pasa mucho tiempo con sus textos. En mi caso, todo lo que escribía lo probaba con los actores, lo discutía. Pero en ese momento particular que necesitaba más soledad, la escritura fue la única compañía que yo soportaba.

Y eso es algo lindo de pensar. La forma del texto tiene que ver con el momento vital en que lo producís. Es decir, yo hacía las cosas de la vida: iba y venía, trabajaba, pero el lugar donde estaba cómoda era en la novela. No sabía bien qué iba a pasar con esa chica. Pero me divertía eso.

 

3. El personaje de La habitación alemana (no tiene nombre ella), es una mujer joven que no sabe muy bien lo que hace. No tiene una idea clara de lo que busca o qué la llevó concretamente hasta esa ciudad alemana. Reacciona como puede ante las cosas que se le presentan y eso encadena el relato. Vos como escritora, ¿sabías hacia dnde iba la trama de la novela?

 

No tenía nada planeado. Solo sabía que ella llegaba a esa ciudad y que ese había sido un lugar en su infancia. Y ya era adulta y su vida estaba rota. Solamente tenía eso.

Y sí tenía la premisa de que el texto no se pusiera muy rebuscado en el sentido literario. Quería que la voz narradora se pudiera escuchar con claridad. Eso era lo que más me interesaba cuando escribía. Si esta frase no la puedo escuchar, si no siento como suena, si no se me hace creíble, entonces algo funciona mal. Y con esa premisa escribía. Y después la trama iba apareciendo.

 

4. Un hallazgo de la novela son los personajes secundarios. ¿Cómo surgieron?

 

El primero fue Miguel Javier. Era un nombre con el que hacía chistes, por el nombre compuesto. Pero ese verano había estado en Tucumán, en verdad había pasado por Tucumán, y en un hotel que paramos a dormir una noche, había un chico en la conserjería, igual al Miguel Javier que describo en la novela, y las únicas palabras que intercambié con ese chico fue que le pregunté a dónde podíamos ir a comer y el me respondió: “Acá en la esquina hay un restaurante que mi padre me ha dicho quejermoso”. Esas palabras me encantaron. No solo el quejermoso, si no, “mi padre me ha dicho”. El mundo que había detrás de esas palabras. Ni él había ido al restaurante, había sido el padre. Y el restaurante estaba en la esquina de su lugar de trabajo. Entonces esa frase me quedó. Fue como un año antes de empezar a escribir.

Y Shanice apareció porque yo estaba dando clases de dramaturgia para norteamericanos y entre ellos había bastantes norteamericanos hijos de japoneses y había también una chica japonesa que se llamaba Shanice que era muy entusiasta. Todo lo que yo decía le encantaba y a mí me daba la sensación de que ella en su casa debía ser un bajón. Y un poco el personaje nació así. Después el lugar de Shanice en la novela quedó vacío muy rápidamente y entonces pensé en que fueran los padres a Heidelberg, para despedir a su hija.

Me gusta mucho pensar las situaciones. Las situaciones incómodas. O como una situación aparentemente normal se vuelve extraña. Me atrajo esto de poner a la protagonista frente al duelo de los padres de su compañera, que prácticamente es una desconocida para la narradora. Pensar la situación, los silencios de la situación.

Y también esto de los personajes que están como por fuera del lugar donde tienen que estar. La madre fue a enterrar a su hija y de pronto está de joda. Creo que todos los personajes están en un lugar que no les corresponde estar y eso es interesante.

 

5. Con relación al lenguaje del personaje Miguel Javier. ¿Cómo fue el tema de las traducciones?

 

Bueno, la novela se tradujo al alemán, al inglés, portugués y francés y en todas las traducciones los traductores me escribieron. No sabían cómo resolver la tonada de un tucumano. ¿Cómo hacés para traducir a un tucumano al francés? Traté de entender el problema del traductor.

Por ejemplo la traductora al inglés, cuando me mandó la primera versión, leí que el tucumano hablaba como si juntara todas las palabras. Hablaba con todas las palabras pegadas… me pregunté qué tenía que ver con el acento y después me di cuenta de que tenía razón. Los lectores lo entendieron. Pero sí, fue un tema delicado la traducción.

 

6. En la novela aparecen temas fuertes. Suicidio, embarazo, exilio, sin embargo el libro no se lee como un drama. ¿Por qué pensás que sucede eso?

Me parece que si uno se plantea escribir sobre esos grandes temas: la maternidad, la posibilidad del aborto, el exilio, uno correría el riesgo de la solemnidad, de las opiniones particulares.

Por suerte cuando empecé a escribir no tenía en claro el tema. Eran circunstancias que aparecían. Pero la novela no se propone hablar de esos temas, ni moralizar de ninguna manera.

De hecho no me di cuenta de que la novela hablaba de la maternidad, hasta que estuvo publicada.

Y por otro lado, como la vida del personaje principal está atravesada por el exilio me interesaba más ese reflejo. ¿Cómo se puede volver al mismo lugar? ¿Y cómo son ahora si vuelven al lugar en el que estuvieron de niños?

Todo el tiempo me preguntaba cómo era ese lugar académico en los 70, los 80 y cómo era si uno volvía ahora. Y creo que por eso la novela no es un drama.

 

7. ¿Y el tema del ritmo? Esa idea casi de suspenso que tiene la novela ¿fue intuitivo?

 

Tiene algo que ver esa clínica, con Julián y Selva, me había propuesto tener algo para leerles cada vez que iba al taller, y me había propuesto que no fueran menos de cinco páginas, y me fui dando cuenta de que eso conformaba una especie de capitulación de libro. Por eso la división que tiene el libro. 

 

8. ¿Cuánto te llevó escribir la novela?

 

Me llevó un año. Tenía la idea del avión, ganas de escribir sobre Heidelberg, la vuelta a un lugar. La empecé a escribir en el 2015, terminé a principios del 2016. Y se publicó en el 2017. Así que fue un proceso rápido. Yo estuve muy concentrada en el texto durante todo ese año.

 

9. ¿Y cuál fue el recorrido para publicar La habitación alemana?

Tuve mucha suerte. No pensaba publicar y cuando estaba llegando al final, Julián y Selva me alentaron. La mandé a dos editoriales. Una me dijo que sí. Y después fue increíble. Y enseguida vino la primera traducción. Incluso vendieron los derechos para hacer una película. Todavía no se hizo, pero se renovaron los derechos.

 

10. ¿Cómo te fue con la experiencia editorial con Mar Dulce?

 

Con Mar Dulce, entregué la novela que en ese momento se llamaba Heidelberg y lo único que me pidió el editor fue que le cambiara el título. Tenía que ver con una recomendación comercial: Heidelberg era un nombre difícil de pronunciar, contaba poco.

El título La habitación alemana se le ocurrió a Julián López. Y eso fue lo único que cambié del texto. Después como tardó un año en publicarse, entonces pude seguir trabajando en el texto.

 

Justo ahora estoy entregando una novela, La estirpe, que me llevó cuatro años. Fue un proceso totalmente distinto. Mucho más laborioso. A diferencia de La habitación alemana, que fue un disfrute mientras la escribía. Escribir sin pensar en publicar es una bendición.

 

11. ¿Cómo fue el proceso de esta nueva novela?

 

Esta nueva novela la trabajé sola. La vengo trabajando sola y ahora ya está en proceso de publicación dando las últimas puntadas con la editora. Es una novela que presenta otras dificultades. La protagonista tiene un accidente, y eso le provoca una pérdida del lenguaje. Y a su vez se mezcla con otra historia que es la historia del tatarabuelo de la protagonista. Este tatarabuelo fue músico en el ejército y participó en la campaña del desierto de Roca. La protagonista recupera las notas del tatarabuelo. Y bueno, pasan cosas.

 

12. Es asombroso que la hayas escrito sin tener devoluciones parciales.

 

Sí, fue un proceso muy solitario. Pero confío mucho en mi compañero y a él sí se la fui leyendo a medida que avanzaba. La mirada de él fue un gran apoyo.

Y estoy contenta porque la mirada de la editora fue muy positiva, eso fue un aliciente para querer publicarla.

También estoy contenta porque la terminé y si escribo otra cosa no siento que le quito tiempo a la novela. Algo que se puede volver un poco tortuoso.

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