Día Patrio

Revista Número 1

El NegroFiero

No estaba comiendo locro, tampoco empanadas. No lucía una orgullosa escarapela ni había colgado una bandera en el balcón. De hecho, ni siquiera estoy en Argentina, pero era 9 de Julio. Y pese a mi exilio en Andorra, y digo exilio sólo porque soy un snob nomás, no podía en ese momento dejar de pensar en el país en el que viví durante 28 años, mis primeros 28 años.

Tenemos una patria que es muchas cosas, pero por sobre todas, es una gran contradicción. Un país que no se sabe si nació tercermundista y cada tanto, de la nada, hace cosas de potencia mundial, o si es una gran potencia que por esas cosas del destino lleva centurias sin poder salir de la miseria.

Muchos países han tenido pasados brillantes, honrosos, sorprendentes. Pienso en mi patria adoptiva, España. El Imperio en el que no se ponía el Sol, que pasó de Imperio a potencia en decadencia luego a decadencia sin potencia para, finalmente y después de tocar fondo como pocos, alcanzar una estabilidad y tranquilidad que, por poca cosa que puedan parecer, no dejan a nosotros de resultarnos envidiables.

Pero volviendo a nuestra tercermundista lealtad patriotera, Argentina a veces se me presenta como un proyecto aún germinal de algo distinto, gallardo, noble, desinteresado, mundial.

Entonces, como era 9 de Julio y yo estaba un poco nostálgico, pero sólo un poco, eh, tampoco la pavada, se me ocurrió contar una historia de esas que dejan entrever ese proyecto que, quizás, algún día, se concrete.

Esta historia empieza en el Caribe. En 1916 los norteamericanos ocuparon la República Dominicana siempre fieles a su doctrina Monroe que dice que “América para los americanos”, donde se entiende por América a todo el continente, pero por americanos sólo a los hijos del Tío Sam, (eso de ser hijos del tío tiene tema). Un asunto de política interna habrán pensado los dirigentes yanquis. Política interna habrán dicho los europeos, ocupados entonces en matarse de las maneras más eficientes e industriales posibles, que los avances tecnológicos deben servir para algo, ¿no?

Ese mismo año, en Argentina, se votaba presidente por primera vez bajo el amparo de la Ley Sáenz Peña, que dificultaba mucho el apriete para obligar a votar a tal o cual candidato oficialista, por lo que ganó la U.C.R. e Hipólito Yrigoyen se convirtió en el nuevo mandatario.

Pasaron unos años, la Gran Guerra en Europa terminó, el Imperio ruso se convirtió en la Unión Soviética y EEUU, que participó en la guerra europea, inventó la compra a plazos y fabricaba de todo, era la gran potencia mundial.

Nosotros, aunque una potencia de tercer orden, teníamos una Armada de cierto peso, resultado de una constante carrera armamentista con Chile, para gran felicidad y prosperidad de los astilleros británicos, por lo que siempre había algún que otro acorazado dando vueltas por ahí, ya que hay que tener a los marineros ocupados no sea que de puro aburridos nomás se les dé por bombardear alguna refinería, o alguna plaza.

Estamos en 1920 y el crucero ARA 9 de Julio, (¡como nuestro día!), que había salido de México tiene que hacer escala en la República Dominicana. Recordemos, uno de los muchos patios traseros de EEUU, que seguía ocupando el país.

Al entrar en el puerto de Santo Domingo, el comandante del crucero, capitán de fragata Francisco Antonio de la Fuente, consulta con las autoridades argentinas si, siguiendo los protocolos, debe saludar a la bandera de los ocupantes o a la bandera del país. La respuesta provino del mismo presidente Yrigoyen: “Id y saludad al pabellón dominicano en reconocimiento a su independencia y soberanía. ”

Dado que, obviamente, no ondulaban banderas dominicanas en el puerto, en el barco se izó una y se la saludó con una salva. Las autoridades, todas gringas ellas, protestaron airadas pero el comandante De la Fuente explicó que sus órdenes eran claras: saludar al pabellón dominicano.

Pronto se corrió la voz sobre la osadía de esos argentinos que con su crucerito osaron ignorar a los norteamericanos. Así que unos patriotas dominicanos consiguieron subir a la Fortaleza Ozama y ahí enarbolaron su bandera. La respuesta del crucero ARA 9 de Julio tronó en Santo Domingo con las veintiuna sonoras salvas con las que saludó a la bandera de la República Dominicana y en la cara de los ocupantes.

Se desató la locura en los dominicanos que salieron a las calles a celebrar el hecho ante la atónita mirada de los yanquis que no reaccionaron. Un orador dijo: “Loor al presidente argentino Yrigoyen que nos ha hecho vivir siquiera dos horas de libertad dominicana.

El ARA 9 de Julio fue radiado de servicio en 1938, pero ese cañón que, de manera tan sencilla pero también orgullosa, atrevida y valiente, defendió con salvas la independencia de una nación latinoamericana, hoy descansa en el predio de la Escuela Naval de Santo Domingo.

Y yo, este 9 de Julio de 2020, pienso que hace 100 años ya asomaba una vez más ese proyecto de nación orgullosa, noble, hermana, latinoamericana, mundial, en esos, quizás pequeños pero a la larga costosos gestos.

Son estas acciones, de que nuestra historia tiene montones, en donde yo elijo encontrar la esencia de lo que es ser argentino. ¡Feliz día!

 

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