Patada de elefante
Revista Número 4
Por NegroFiero
Si hace poco hablé del “efecto mariposa” y de cómo la historia puede tener protagonistas que cambian su curso sin pretenderlo ni saberse partícipes del cambio, hoy quiero señalar cuando la historia tiene de los otros sucesos, esos que, apenas ocurridos, anuncian cambios inmediatos, brutales. Pienso en las Torres Gemelas por ejemplo. A estos sucesos, para diferenciarlos del accionar de las alas “mariposales”, yo los llamaría “efecto patada de elefante”. Hay debate al respecto, están los que lo llaman “efecto tarascón de escualo” o “efecto pedo de oso” pero me quedo con la patada de elefante. Muchos magnicidios entrarían en esta categoría. Cuando a John Fitzgerald le volaron la cabeza en Dallas, el mundo supo que habría cambios, para empezar cambió el presi del “mundo libre”. Y es que los grandes líderes a veces tienen que bajar a tierra y dar un paseo entre los simples mortales, con mortales consecuencias, como nos atestigua JFK. Otras veces ni se enteran, como nuestro querido Domingo Faustino, que cuando intentaron matarlo, no sólo no lo consiguieron, sino que el viejo estaba ya tan sordo por “el fragor de las instituciones que se derrumbaban”, que ni se enteró que estuvo tan cerca del frío bronce ese día.
Y así podríamos hablar de asesinatos y ataques que modificaron el rumbo de los acontecimientos, ya sean hechos por lobos solitarios, organizaciones, grupos, o hasta naciones. Pero a veces, sólo a veces, podemos intuir que el protagonista no es un humano ni una organización.
El 28 de junio de 1914 ese protagonismo no parecía estar en duda. Ese día el heredero del extinto trono del Imperio austrohúngaro, el archiduque Francisco Fernando de Austria, visitaba la ciudad de Sarajevo dentro del contexto de una visita oficial a Bosnia. Este país había sido anexionado al Imperio austrohúngaro en 1908 y este hecho generó rechazo, radicalizándose en un movimiento nacionalista llamado La joven Bosnia. En la visita del archiduque a Sarajevo los miembros de La joven Bosnia vieron la oportunidad de vengar la anexión. En el recorrido hecho por el heredero se sucedieron una serie de atentados sin éxito ni repercusión, hasta que finalmente una bomba arrojada contra su vehículo explota, hiriendo a varios integrantes de la comitiva. Francisco Fernando se había percatado del ataque y ágilmente logró esconder el cuerpo a las esquirlas, por lo que salió indemne. No así muchos de sus acompañantes, que debieron ser hospitalizados.
La visita y los actos oficiales quedaron suspendidos, pero Francisco Fernando insistió en ir a ver a su gente al hospital, por lo que, junto a su esposa la duquesa Sofía Chotek, volvió a subirse a un vehículo oficial, un Gräf&Stift Double Phaeton, y salió rápidamente.
La suerte quiso, (o quizás no fue la suerte), que el chofer perdiese el norte y no supiese llegar correctamente al hospital, confundiendo tanto el camino, que hasta tuvo que volver marcha atrás por una calle que había tomado por error, momento en el que el motor del vehículo se detuvo. Fue entonces y de esta manera tan imprevista, que la pareja real quedó al alcance de un miembro de La joven Bosnia, Gavrilo Princip, que estaba tomando un café plácidamente esperando quizás a que le caiga algún opresor del cielo. Princip vio la oportunidad y la aprovechó: archiduque y duquesa fueron heridos de muerte y la historia hizo uno de sus quiebres para que, en cuestión de semanas, el mundo se encuentre enfrascado en la primera guerra industrial de la historia: la Primera Guerra Mundial.
Como dije, no hay dudas del protagonista. Gavrilo Princip cambió el curso a fuerza de disparos y bien conocemos la suerte de Francisco Fernando o la de mismo Gavrilo, arrestado poco después, condenado a prisión y muerto de tuberculosis en la cárcel apenas cuatro años más tarde. Pero como dije antes, a veces, sólo a veces, se intuye algo más profundo y determinante y, en esta historia, cuando nos preguntamos qué fue del coche en el que iban el archiduque y la duquesa, ese mismo vehículo que detuvo su motor frente al arma del asesino, descubrimos que no podemos desvincularlo del magnicidio.
Y es que resulta que el Gräf&Stift Double Phaeton, que aquel 28 de junio de 1914 apenas pareció el escenario del magnicidio, en realidad estaba haciendo su entrada en escena, el primer acto de su propia historia.
Así es que luego de la guerra la autoridad máxima de Serbia utilizó el coche, con la desafortunada seguidilla de cuatro accidentes manejándolo, llegando a perder un brazo. Dicen que habría decidido deshacerse del coche pero que su doctor personal se opuso, convirtiéndose en su nuevo dueño para aparecer muerto al poco tiempo, aplastado bajo el coche volcado. Un colega del médico fallecido recibió el vehículo, pero la superstición de quienes creían que el vehículo estaba maldito hizo que perdiese a su clientela, por lo que terminó vendiéndolo a un suizo aficionado a los rallies, quien perdió la vida en un accidente sin importancia, pero que le hizo volar por encima del coche, rompiéndose el cuello. El siguiente valeroso propietario fue un campesino, que sufrió un accidente cuando el coche lo embistió a él y a una persona que lo estaba ayudando a empujar al coche, que se negaba a arrancar. Finalmente aun se encontró a otra persona corajuda que adquirió la máquina, a la que intentó exorcizar pintándola de otro color pero sin resultado a juzgar por el hecho de que el vehículo participaría en un accidente camino a una boda, matando a seis invitados. Es entonces cuando el gobierno austríaco decidió actuar y encerrar al asesino, en un museo. Aparentemente, la maldad de nuestro protagonista motorizado no terminó ahí, ya que el museo habría sido arrasado en un bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial, quedando tan sólo el coche entero y sin un rasguño.
No sé si la historia es real pero si lo fuese no podríamos negar entonces que el maldito Gräf&Stift Double Phaeton, de cuatro cilindros y 32 caballos, tuvo mucho que ver con la oportunidad que Princip no dejaría escapar, por lo que el coche sería también protagonista de la historia a nivel “patada de elefante”.
Lo que sí sé es que si alguien tiene un nombre con F como Francisco Fernando, Domingo Faustino o John Fitzgerald, y resulta que además es presidente, heredero al trono o algo así, más le valdrá que, cuando las cosas se compliquen, viaje en helicóptero como hizo nuestro recordado Fernando en diciembre de 2001. Y otra cosa que también sé es que los austríacos no deben ser muy buenos para los negocios, porque, digo yo, ¿no le gustaría a Ud. participar en una “vaquita”, juntar unos mangos para alquilarle el Gräf&Stift al museo de Viena, y mandar a pasear en el coche maldito a más de uno?
NegroFiero, nacido en 1974 en Buenos Aires, estudió Ingeniería Electrónica en la UTN, Administración de Empresas en la UBA y Ciencias de la Comunicación, también en la UBA, carrera donde más tiempo duró, (dos asignaturas enteras, ¡y aprobadas!). Emigró a España en 2002, trabajó repartiendo propaganda, vendiendo latas de Coca Cola en las playas de Valencia, y hasta tuvo un trabajo de verdad, durante unos años. Casado y con una hija, en los últimos años exhibió una gran capacidad para cocinar, llegando a ser el chef de su propia casa.
NegroFiero obtuvo su apodo en un recordado chat argentino en 1997, cuando vio un usuario con nickname “RubioLindo”.
Hincha de Defensores de Belgrano, fue Voz del Estadio entre 1997 y 2002. Aún extraña hablar por los parlantes del Juan Pasquale.