EN PANDEMIA CON DONALD RAY POLLOCK
Revista Número 2
Por Demian Naón
Preguntas impostergables.
En esta entrevista Donald Ray Pollock, nos cuenta como él, operario de una fábrica situada en un pueblo perdido de Ohio, decide a los 45 años aprender a escribir, y sin imaginar que sus relatos llegarían a los ojos de los lectores, se transforma en uno de los escritores norteamericanos más reconocidos de la literatura norteamericana actual.
Además, Netflix lanzará en septiembre la serie basada en su novela El diablo a todas horas, donde el veterano de guerra Willard Russell asiste impotente a la inevitable muerte de su mujer.
¿Cómo fue tu infancia en relación con la escritura?
Bueno, como la mayoría ya debe saber, crecí en una localidad al sur de Ohio, llamada Knockemstiff. Gran parte de sus habitantes eran pobres, y mi familia no era la excepción. Sin embargo, mi padre, que sólo había completado ocho años de educación formal, tuvo la suerte de conseguir un trabajo sindicalizado en una fábrica de papel cerca de Chillicothe. Supongo que por entonces éramos lo que hoy llamaríamos clase media-baja. En mi casa no había libros, apenas unas revistas berretas, sobre todo de historias policiales y románticas, así que empecé a leer con ellas. Muchos de los personajes en mi obra se sienten atrapados en el lugar donde nacieron y quieren escapar, algo que también yo deseaba profundamente de chico. Sin embargo, al igual que mis personajes, yo nunca me fui.
¿Hubo rastros del escritor en el que te convertirías?
La verdad, no, salvo el amor por la lectura. Odiaba la escuela y la dejé cuando tenía diecisiete para empezar a trabajar en una fábrica. Me pasé los siguientes quince años marcando tarjeta, tomando alcohol y fumando marihuana. ¡No lo recomiendo! Si bien leí mucho en esos años, debo admitir que no recuerdo mucho qué.
¿Tenés alguna anécdota que sintetice tu conexión con la escritura a esa temprana edad?
Tengo el recuerdo de ser chico, estar sentado en la casa de mi abuelo y escuchar sus historias de fantasmas, cuentos espeluznantes en los que aparecían hombres decapitados que deambulaban por los pantanos vecinos y mujeres que recorrían las rutas de noche en carros y a las que asesinaban, y otros similares. Era un buen narrador. Mi padre también, aunque sus historias siempre eran recuerdos suyos que tenían que ver con crecer y ese tipo de cosas. Siempre pienso que tal vez mi deseo tardío de escribir historias viene de ahí.
¿Podrías decirnos qué personajes, ideas o párrafos te sorprendieron en el acto de escribir?
No estoy seguro de poder decir algo al respecto, pero diría que, a veces, estoy trabajando y me pierdo en la escritura. Por ejemplo, empiezo a escribir a la mañana y, en algún momento, miro por la ventana al lado de mi escritorio y me doy cuenta de que ha estado nevando en las últimas cuatro o cinco horas, pero ni me había percatado. También, cuando empiezo, es posible que tenga una idea de la “trama” y uno o dos personajes, y nada más. Al principio, tengo solo lo esencial, pero a medida que escribo pasan cosas, a veces rápido, otras no tanto. Surgen más personajes, y la historia se va expandiendo. Es un misterio cómo sucede, pero, si uno sigue trabajando, sí que sucede.
¿Hubo un momento en que las cosas encajaron en su lugar? ¿Hubo un momento en el que decidiste arriesgarte con tus ideas? ¿Tu escritura, temas y tipos de personajes cambiaron con el tiempo?
Cuando decidí que quería aprender a escribir, tenía 45 años. No conocía escritores, pero a esa altura ya había leído mucho. Durante un par de años, me esforcé por imitar a ciertos escritores de cuentos que admiraba, como Richard Yates, Andre Dubus y John Cheever, así que intentaba escribir historias ambientadas en la costa este sobre la clase media en las afueras de las ciudades, personajes católicos, enfermeras, abogados, pero no sabía nada de esos tipos de personas. Por lo tanto, todo lo que escribía era pésimo. Hasta que una noche que estaba dando vueltas, me senté a escribir una historia de dos fracasados, sentados en un local de donas en mi ciudad natal. Una semana después, cuando ya la había terminado, me di cuenta de que algo había pasado. Bactine no era una gran historia, para nada, pero era mejor que cualquier otra cosa que había hecho antes, y me di cuenta de que necesitaba empezar a escribir sobre las personas y el lugar que conocía.
¿Cuáles son las características más cercanas a la vida real de Donald Ray Pollock? Y, después del impacto que Knockemstiff tuvo en los lectores, ¿podrías decirnos cómo alteró tu forma de ser en el mundo o tu enfoque hacia el mundo desde tu escritura?
Qué pregunta difícil. Me cuesta mucho “verme” a mí, con sinceridad. Tengo una vida muy aburrida con respecto a la de mis personajes. No obstante, como dije antes, me emborraché y drogué mucho en mi juventud. Y también crecí rodeado de personas en situación de pobreza; algunas, muy religiosas y otras, muy violentas. Pero todo eso pasó antes de que yo empezara a escribir. Hoy intento tener una vida ordenada, con agenda, porque descubrí que es la única forma en la que puedo completar mis trabajos. Esto significa que me levanto a las 6 de la mañana (podría dormir un poco más, pero mi perro nos exige que nos levantemos al alba) y escribo entre cuatro y seis horas (me encierro en una habitación sin teléfono ni internet, el único lugar de la casa en el que tengo permitido fumar). Y después me ocupo del jardín o de alguna otra parte de la casa y duermo una siesta. A la noche leo y, a veces, miro televisión. Eso es todo. Como dije, es muy aburrido, pero ese es precisamente uno de los desafíos más grandes de ser escritor: tenés que estar cómodo con la idea de sentarte en una habitación solo durante horas.
El mayor cambio en mi vida desde que salió Knockemstiff es que ya no trabajo en una fábrica. Dejé la planta de papel en 2005 a mis 50 años, y me parece que fue hace una eternidad. Vivo en la misma ciudad, pero en una casa más grande y conservo más o menos los mismos amigos de antes. Pude viajar bastante por EE. UU. y Europa gracias a los libros y conocí gente brillante. Nada de eso hubiera pasado sin la escritura. ¡Soy muy afortunado!
Sabemos que las sociedades están experimentando cambios dramáticos. ¿Creés que esto cambiará los temas que normalmente seguís en tu escritura? ¿Sentís que tus personajes incorporarán algo que no tenían antes?
Lo dudo. Ahora tengo 65 y estoy cerca de terminar otra novela. Ya tengo la idea de la próxima y probablemente la termine cuando tenga 68 o un poco más. Esto es si no me agarro el virus. No soy fanático de esta era tecnológica en la que vivimos y, por eso, dudo que en algún momento escriba una historia ambientada después del año 1990, cuando empezamos a tener celulares e internet.
¿Cuáles fueron las diferencias en el proceso de pensar y escribir una colección de cuentos como Knockemstiff y The heavenly table?
Tiendo a encarar cada capítulo de una novela como si fuera un cuento, entidades separadas. Por supuesto, no son lo mismo, pero este abordaje me ayuda psicológicamente, me ayuda a superar esa idea de que escribir algo tan largo como una novela va a ser abrumador si lo comparamos con un cuento de doce páginas. Además, con una novela, tenés que estar un poco más concentrado en la “trama”, al menos en que tiene que tener más desarrollo y tal vez ser más compleja. Pero descubrí que disfruto escribir novelas más que cuentos, y, en gran parte, se debe a que tengo que encontrar cómo conectar los personajes con el argumento.
Escuchamos sobre la crudeza de los cuentos de Knockemstiff. Nadie la pasa del todo bien. Ni hombres ni mujeres ni jóvenes parecen tener esperanza. Es un universo sumamente particular. ¿Cómo fue transitar esa escritura? ¿Eras consciente de lo perturbador que podían llegar a resultar los cuentos?
No sabría qué responder. Escribí el libro mientras aprendía de escritura. Lo único que recuerdo es que fue DIFÍCIL. Por supuesto, nunca se vuelve más fácil, pero, al menos, ahora sé que eso es parte del proceso.
Sí, me imaginaba que muchas personas pensarían que estaba escrito por un chiflado, pero no me importaba.
Leímos en una entrevista que no pensabas que los cuentos iban a ser publicados y que mientras escribías no tenías en cuenta al lector o al posible lector. ¿Pensás que eso fue un acierto o un error?, con relación específica a la repercusión que después tuvo Knockemstiff.
Nunca deberías pensar en el lector antes de terminar el trabajo. Si intentás averiguar qué quiere, te estarías limitando. Tal vez sea bueno revisarlo una vez que está listo y ver si se hay algo que preferís no compartir con el público.
Con respecto al papel de la mujer en los cuentos de Knockemstiff. Si tuvieras que describir a la mujer de hoy que vive en esa población de Ohio, ¿qué diferencias encontrarías?
Le estás preguntando a la persona equivocada. Me casé tres veces y todavía no sé nada sobre las mujeres.
En la Argentina tenemos una larga tradición de talleres de escritura. Muchos que quieren ser escritores toman clases con escritores consagrados. ¿Qué les dirías a esos estudiantes que a veces se apuran por publicar, siendo que te graduaste en escritura creativa a los 55 años y que recién en ese momento empezaste a publicar?
Me gusta el viejo consejo que dice que aprender a escribir es como aprender a tocar un instrumento musical. Al menos, entre cuatro y ocho años, uno es aprendiz. Eso si se trabaja todos los días. La paciencia es fundamental. Para la mayoría de las personas que aspiran a ser escritores, la incapacidad de sentarse a escribir cuando no pasa nada es fulminante. Es difícil quedarse sentado cuando te gustaría estar en otro lado, haciendo otra cosa: limpiando el baño, lavando ventanas o cualquier otra cosa.
¿Creés que hay una nueva forma literaria en los guiones de las series que ofrecen los portales de streaming?
De eso no estoy seguro. Siguen siendo solo guiones, ¿verdad? Por supuesto, la escritura es cada vez mejor, pero sigue siendo la misma forma que se usaba en el pasado. ¡Eso es solo mis dos centavos!
¿Podrías contarnos en qué estás trabajando ahora?
Como dije, estoy trabajando en otra novela que transcurre en Meade, Ohio, entre 1959 y 1981. La versión cinematográfica de El diablo a todas horas se estrena el 16 de septiembre por Netflix, y espero tener la novela terminada para entonces. ¡Cruzo los dedos!
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Demian Naón interviews writer Donald Ray Pollock
What was your childhood like in relation to writing?
Of course, as most people know by now, I grew up in a very small community in southern Ohio called Knockemstiff. Most of the people who lived there were poor, and my family was related to many of them. However, my father, who had only an eighth grade education, was lucky enough to have a union job in a paper mill in nearby Chillicothe, and I suppose we were what would now be called lower middle-class. There were no books in our house, but there were magazines, trashy stuff mostly dealing with crime and romance, and so that’s what I started out reading. Many of the characters in my work feel stuck in the place they were born in, and want to escape to somewhere else, which was also one of my dominant desires when I was a kid. But like them, I never did.
Were there traces of the writer you would become?
Nothing really, except for a love of reading. I hated school, and dropped out when I was seventeen and started working factory jobs. I spent the next fifteen years punching a clock, drinking, and getting high. I wouldn’t recommend it! I did read some during those years, but I have to admit I don’t remember much of it.
Do you have any anecdotes that synthesize your connection to writing at that early age? Could you tell us about that?
I have memories of sitting in my great grandfather’s house when I was young and listening to him tell ghost stories, lurid stuff with decapitated men walking around in the swamps nearby, murdered women traveling the roads at night in carriages, and so on. He was a good storyteller. My father was too, though his stories were always personal recollections about growing up, etc. I’ve always thought that maybe that’s where I got my later desire to write stories.
Could you tell us, which characters, ideas or paragraphs surprised you in the act of writing?
I’m not sure I can speak on that, but I will say that there are times when I’m working that I lose myself in it. An example would be starting to write in the morning, and at some point, looking out the window beside my desk and realizing that’s it’s been snowing for the past four or five hours, and I had no idea. Also, when I begin, I might have an idea of the “plot” and one or two characters, and that’s all. So it’s just bare bones starting out. But as I work, stuff happens, sometimes quickly, oftentimes slowly. More characters show up, and the story begins to expand. It’s a mystery to me as to how that happens, but it does if you keep working at it.
Was there a moment when things clicked into place? Was there a point when you decided to take risks with your ideas? Did your writing, themes and types of character change over time?
When I decided to try to learn how to write, I was forty-five years old. I didn’t know any writers, but I had read a lot by that point. I struggled for a couple of years trying to emulate certain short story writers that I admired, people like Richard Yates, Andre Dubus, and John Cheever, and so I was trying to set stories on the East Coast among suburbanites and Roman Catholics and nurses and lawyers, and I didn’t know anything about those sorts of people. Consequently, everything I wrote was terrible. Then one evening I was messing around and began writing a story about two losers sitting in a donut shop in my hometown, and by the time I finished it maybe a week later, I knew that something had happened. “Bactine” wasn’t a great story by any means, but it was better than anything else I’d written, and I realized that I needed to start writing about the people and the place that I knew something about.
What are the characteristics that come closest to the real life of Donald Ray Pollock?
And, after the impact that Knockemstiff had, without forgetting the arduous process of writing and editing, surely there was a shift in the real life of Donald Ray Pollock Could you tell us how Knockemstiff altered your way of being in the world or your approach to writing?
That’s a tough one. I have a hard time honestly “seeing” myself. I live a very boring life in comparison to my characters. I did, however, as I mentioned earlier, drink and drug a lot in my youth. And I also grew up around a lot of poor people, some of them very religious, some of them very violent. But all of that happened before I began trying to write. Nowadays, I try to live a quiet life on a “schedule” of sorts, because I’ve found it’s the only way I can get any work done. This means getting up at 6 am (I would probably sleep later, but my dog demands that we get up at the crack of dawn) and writing somewhere between four and six hours (I work in a room that has no phone or internet, and it’s the only room in the house that I’m allowed to smoke in). I then do some work in the yard or around the house and take a nap. In the evenings, I read and sometimes watch TV, and that’s about it. As I said, very boring, but then that’s one of the biggest challenges to being a writer—you have to be okay with sitting in a room by yourself for extended periods of time.
The biggest shift in my life since Knockemstiff came out is that I don’t work in a factory any longer. I left the paper mill in 2005 at age fifty, and that seems like a lifetime ago. I live in the same town, but in a bigger house, and I pretty much have the same friends I’ve always had. I have gotten to travel quite a bit in the U.S. and Europe because of the books, and have met a lot of very smart people, and those were things I wouldn’t have experienced without the writing. I’ve been extremely lucky!
We know that societies are undergoing dramatic change, especially in the ways of communicating, working and enjoying leisure. Do you think this will change the topics you usually pursue in your writing? Do you feel that your characters will incorporate something they didn’t have before? What exactly?
I doubt it. I’m now sixty-five, and am close to finishing another novel. I’ve already got an idea for the next one, and I’ll probably be sixty-eight before it’s finished, maybe even older. That is, if the virus doesn’t get me. I’m not a fan of the technological times we’re living in, and so I doubt if I ever set any of my stories past the year 1990 or so, before cell phones and the internet.
What were the differences in the process of thinking and writing a collection of short stories like Knockemstiff and The heavenly table a novel?
I tend to approach each chapter of a novel sort of like a short story, each one sort of a separate “entity.”Granted, they’re not the same, but that approach helps me psychologically, helps to get past thinking that writing something as big as a novel is going to be too overwhelming in comparison to writing a twelve-page story. Too, with a novel, you have to be a little more focused on “plot,” at least in that it has to be more developed and maybe more intricate than one in a short story. But I have found that I enjoy writing novels more than short stories, and a lot of that has to do with figuring out how to make all the “connections” between the characters and the storyline.
We have already heard about the rawness of the stories in Knockemstiff. No one has a good time. Neither men nor women nor young people seem to have any hope.
It’s a very particular universe. What was it like to experience writing such a book?
I can’t really answer that very well. I wrote those when I was first learning how to write, and the only thing I can recall is that it was HARD! Of course, it doesn’t really ever get any easier, but at least now I know that’s just part of the process.
Were you aware of how disturbing the stories could be?
And broadening the question, we read in an interview that you didn’t think that the stories were going to be published and that while you were writing you didn’t take into account the reader or the potential audience. Do you think that was a wise move or a mistake? specifically in relation to the impact that Knockemstiff had afterwards.
Yes, I figured many people would think they were written by a nutcase, but I didn’t care. You should never think much about the reader until you’ve finished the work. If you try to guess what they want, you’ll be tying yourself down. Maybe look it over once it’s done, and see if there is anything you’d rather not let out into the public.
Regarding the role of women in the stories in Knockemstiff . If you had to describe the woman of today living in that town in Ohio, what differences would you find?
You’re asking the wrong person. I’ve been married three times, and I still don’t know anything about women.
In Argentina we have a long tradition of writing workshops. Many budding writers take classes with established writers. What would you say to those students who sometimes rush to get published, being that you graduated in creative writing aged 55 and only then started to publish work?
I like the old advice that learning how to write is like learning how to play a musical instrument, So figure you’re an apprentice for somewhere between four and eight years at least. And that’s if you work at it every day. Patience is imperative. And the thing that beats the majority of most aspiring writers is the inability to sit in the chair when nothing’s happening, when you’d rather be doing anything else—cleaning the toilet, washing windows, anything–than stay in that chair.
Could you tell us about what you are working on now?
As I mentioned, I’m working on another novel, set between the years 1959 and 1981. It takes place entirely in Meade, Ohio. The film version of The Devil All the Time begins streaming on Netflix on September 16th, and I hope to have the novel finished by then. Fingers crossed!
Traducción por Maitén Vargas https://twitter.com/MaitenVargas