Azul Marte, rojo Tierra
Revista Número 14
Bob Chow
Esperando en el Uber
bajo el cedro bicentenario
la fiesta de los bajoneados.
Te dejé insatisfecha
esperando lo sobrehumano
fuego es tu cama desecha
azul mi río marciano.
Vengo muriendo hace unos veintipico de años y no voy a acelerar el proceso, en particular, por el amor incondicional a mis hijos. No sé qué error debieran cometer para que los castigue con una distancia militar, ni hablar de una irreversible. La disolución eterna tampoco se me antoja el peor de los escenarios; unas insufribles moléculas fundidas con los despejados cielos de una primavera que nunca llega. Hete aquí otra fantasía con la que congratularse, techos árticos sin fronteras de silencioso, indecible, infinito negro.
Imitando las aspas del helicóptero de Google, hago mucho por inercia. Por mi avanzada edad, ya no puedo creer las rechinantes, un poco cretinas, mentiras de la juventud. ¡Pero cómo querría!
¡Eso es correcto señor!
Fue una odisea en barquitos
que no desandan el camino
¡Aunque lo hubieses querido!
Fui otro de los gusanos nacido en el último siglo que creía en el futuro, pero el vicio de creer no se va con la aspirina. Ya calculamos qué tan irreversible es la catástrofe ambiental y cómo será tomar té matcha en los polos de Marte —otra América en la cual no se puede tener ayuntamiento carnal por falta de gravedad— contemplando, con nostalgia, ¿o con sorna?, el albedo de la abandonada estrella del atardecer. The morning star, la Tierra. La imposibilidad de sincronizar en la cama, la radiación y la desolación de Marte provocarían un número alto de mutaciones, variaciones genéticas, que aceleran la evolución de una especie.
A esta, no dudo que podríamos llamarla marciana.
Con la idea de mejorar el rendimiento, la microdosificación del LSD y de otras drogas de diseño se está volviendo una fluid fashion de Silicon Valley, la topografía que teje los destinos del planeta. Ciertos hábitos químicos y poses espirituales, devendrán pronto requisito para dar el máximo y resolver rápido de a muchos, igual que lo hace un equipo de Navy SEALs o una sincronizada banda de mangostas rayadas. La sinérgica movida llegará medio siglo tarde a Latinoamérica. Mirarán nuestras manchas rojas divertidos, presurizados y high, desde Marte, el nuevo planeta azul.