¿Qué hay detrás de Germán Maggiori el escritor de Entre hombres?

Revista Número 7

Por Demian Naón

¿Un lugar en el mundo?

No tengo. Me gusta la frase de Jorge Cedrón: “Mi patria son mis zapatos”.

 

¿Cómo fue tu infancia en relación con la escritura?

En casa había libros, mis viejos leían bastante, mi viejo, sobre todo. Así que el objeto libro está presente desde siempre en mi vida. Ahora, mi primer encuentro concreto con los libros ocurre por 1976. La anécdota es que mi viejo estaba bastante paranoico con la situación política del momento y, en un rapto, podó la biblioteca y enterró unos cuantos libros en el fondo de casa. En esa época había muchos que hacían eso con los libros, y con todo lo que pudiera venderte. Me acuerdo que, además de los libros, mi viejo también encanutó una carabina 22 que usaba para caza menor, la puso en el tanque de agua de la casa de mi abuela.

Había que camuflarse, disfrazarse de “gente normal”, si te llegaban a enganchar con un arma catalogada como “de guerra” y encima tenías los libros incorrectos en la biblioteca, te la podías ver negrísima. Entonces, toda esa cuestión de enterrar los libros y encanutar el arma, para mí tenía una carga de riesgo, de peligro, que yo inmediatamente se la transferí a los objetos. En mi cabeza, los libros eran igual de peligrosos y violentos que las armas.

Hay que decir que yo no sabía leer, tenía cinco años cuando ocurrió esto, pero igual identifico ese, como el momento en que arranca mi relación con los libros. A mí la fascinación me viene de ese entierro clandestino.

 

¿Había rastros del escritor en el que te convertirías?

Visto en retrospectiva, rescato la curiosidad como rasgo. Yo era un pibe muy curioso. A mí, los objetos, las máquinas, siempre me llamaron la atención. Me gustaba saber usarlas, pero me gustaba también desarmarlas y saber cómo estaban hechas. La escritura, para mí, es hija de esa curiosidad de relojero que me mantenía con el culo atornillado en el sillón leyendo, horas y horas, en un impulso ciego por descular cómo estaban montados los engranajes que hacían funcionar un libro.

 

¿Tenés alguna anécdota de tu conexión con la escritura a esa edad?

No con la escritura. Como decía antes, mí vínculo era a través de la lectura. En esa época no me imaginaba capaz de escribir. Tardé bastante en hacer ese pasaje de lector a escritor, en creer que podía hacerlo.

 

¿Podrías decirnos qué personajes, ideas o párrafos te sorprendieron al escribir?

La verdad es que nada de lo que escribo me toma por sorpresa. No tuve nunca esa experiencia, un poco psicótica, de no reconocerme en lo que escribo. Tampoco soy de tener raptos epifánicos, ni caigo en transes raros en los que un pequeño demonio me sopla frases al oído. Para mí escribir se parece más a eso que decía Walsh, un avance laborioso a través de la propia estupidez.

 

¿Hubo algún momento en el que decidiste arriesgarte con tus ideas?

Tardé bastante en largarme a escribir, antes me dediqué a circular un poco, a explorar territorios nuevos para mí, la calle y la noche. Esa nueva circulación me ayudó a encontrar un tono, un lugar desde donde poder contar. Y un marco, ese contexto bizarro que fueron los primeros años noventa, en un lugar como el sur del conurbano. 

Igual pasaron varios años hasta que logré terminar el primer cuento, eso fue en el 95 o por ahí.

Respondiendo lo demás, creo que es natural que los tópicos, el tipo de personajes, y aun el propio estilo, vayan mutando a lo largo de los años. El hecho de incursionar en distintos géneros y formatos, te empuja un poco a eso también. Me parece saludable que así sea. Un mundo estático es un mundo muerto.  

 

¿Qué escritores te hubiesen gustado que te influyeran y cuáles te han influenciado?

Es difícil responder la primera parte de la pregunta, porque la influencia no creo que sea algo controlable. Uno no se levanta y dice, hoy quiero estar influido por Borges. Uno puede pretender escribir a lo Borges, que es algo penoso y muy diferente, pero eso no significa que Borges lo haya influido, sino más bien que ha motivado un texto de inspiración borgeana. Yo veo la influencia en términos de constancia, de un escritor al que uno siempre vuelve, que siempre tiene algo para decir, que siempre parece estar hablando con uno. Una voz que acompaña.

 

¿Cuáles son las características más cercanas a la vida real de German Maggiori en su escritura?

Si la pregunta se refiere a cuánto hay de mi vida en los textos que escribo, diría que todo y nada. Es como preguntarse cuánto de la naranja hay realmente en su jugo. La clave, me parece, no hay que buscarla ni en la naranja ni en el jugo, sino en lo que está entre ambos: el exprimidor. En el caso del escritor y su obra, el exprimidor es la lectura. La lectura tritura la experiencia y el resultado es ese chorro de palabras, urgentes o meditadas, en el que destilamos lo peor y lo mejor de nosotros, lo que nos da sentido.     

 

¿Podrías contarnos del proceso de escritura y posterior edición, de Entre hombres?

Me tomó un par de años, yo tenía ese primer cuento que había escrito, en donde ya estaba el tono que después recupera la novela. Lo que hice fue escribir una serie de relatos en esa línea y después los articulé en una trama policial.

La novela salió en 2001, no le fue bien, el país estaba detonado, como ahora, o un poco peor, y pasó desapercibida. Por suerte, el libro siguió circulando y tuvo revancha en 2013, cuando me lo reeditó Edhasa.

   

Sabemos que las sociedades están experimentando un cambio dramático. ¿Creés que esto cambiará los temas que sueles seguir en tu escritura?

Más allá de los efectos que pueda producir sobre mi escritura, me interesa más pensar qué efecto causa esta pandemia sobre mis lecturas. Volví a La montaña mágica, volví a Viaje al fin de la noche, volví a El sonido y la furia. La conclusión es que, cuando uno tiene miedo, se termina metiendo en la cama de los padres.

 

¿Sentís que tus personajes incorporarán algo que no tenían antes?

Sí: barbijos o tapabocas, lavado de manos frecuente y distancia social.

 

¿Creés que existe una nueva literatura en los guiones de las series que se ofrecen por los portales de streaming como Netflix?

Trabajo en ese rubro, a veces hay buenas intenciones, a veces los resultados me sorprenden. Mi preocupación cuando escribo guiones es que puedan leerse como literatura. Me gusta escribir largos tratamientos literarios de los proyectos, me preocupo para que sean detallados y fluidos. Trabajo a destajo la estructura, y los diálogos me demandan también bastante, porque es un aspecto central de los guiones. Creo que un guion bien escrito y honesto, puede leerse también como literatura.

 

¿Podrías contarnos en qué estás trabajando ahora?

Estoy con unos relatos que me gustaría terminar para el año que viene, también estoy dándole vueltas a una novela, y estoy con varios proyectos audiovisuales en distintas etapas de desarrollo, de los que no puedo hablar una palabra por razones de contrato.  

 

Un acierto

La noche que le gané a Yuyo un cortaplumas con cachas de nácar, en una mano de chinchón, en una sala del Soviet.

 

Un fracaso

La mañana siguiente, cuando me desperté con resaca, y sin el cortaplumas.

 

¿Qué creés que te hace lo que sos?

Para empezar a responder eso primero tendría que saber qué soy.

 

Si de un lado de un túnel estuviera quien eras en la infancia y del otro estuviera Germán actualmente, ¿qué creés que se dirían?

Seguramente se cruzarían sin mirarse, soy bastante distraído para reconocerme a mí mismo en un túnel sombrío, o en cualquier otro lado que no sea un espejo.

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