Pibes

Revista Número 6

Una misma noche

Leopoldo Brizuela

Editorial Alfaguara

Cuando corrí a la puerta ya estaban hacía rato, se veía, en la vereda. Miraban, alejándose, el balcón, los techos. El tipo que había tocado el timbre apareció ante mí, de pronto, de la nada. Un tipo alto, engominado, de traje y anteojos negros y un gabán té con leche. Mi padre llega entonces —al tiempo que me aparta con un gesto protector, le habla por sobre mi hombro. No atiendo a lo que dicen. Miro un Torino naranja parado aquí nomás. Un Torino con las puertas abiertas y un solo tipo adentro, sentado en el asiento del acompañante, las piernas afuera. Y cuando mi padre les abre me hipnotiza el arma que descubro en su brazo laxo, como entregado al peso. Una Itaka, comprendo: por fin la he conocido.

¿Pero cómo, de qué modo se habrán presentado, para que mi padre, a esa hora, los dejara entrar? ¿Qué habrán dicho que eran? ¿Y qué habrán visto en nosotros?

Mi padre había cumplido, estaba por cumplir, sesenta años. «Un indio viejo», habrá pensado el tipo. Un indio aporteñado. Forjado en el trabajo, derrumbado en los meses de la jubilación. Ansioso de servir para justificarse.

«Mi pibe», quizá dijo mi padre a ese tipo que, por conveniencia, llamaremos el Jefe: «Este es mi pibe”, como si yo fuera parte de lo ofrendado. Y él mira a ese negrito que soy, y quizá ya presiente que yo pienso en mi prima. Que yo he quemado libros, con ella, sabiendo que vendrían. (…)

Nació en 1963, en la ciudad de La Plata, Argentina. Narrador, traductor y periodista cultural, estudió Letras y dio clases en la Universidad de La Plata. Entre sus libros se destacan Tejiendo agua (Premio Fortabat, 1985), la serie de antologías El taller del escritor (1992-93), El lugar del reencuentro, escritos de las Madres de Plaza de Mayo, seleccionados y prologados por Leopoldo Brizuela, su libro de poemas Fado (1995), Inglaterra. Una fábula (Premio Clarín Novela, 1999, Premio Municipal Ciudad de Buenos Aires y finalista del Premio Grinzaine-Cavour “Deux Océans” a la mejor novela traducida al francés, 2005), Los que llegamos más lejos (2002), Lisboa. Un melodrama (2010, finalista en el premio Rómulo Gallegos), Una misma noche (2012, Premio Alfaguara y el Premio Von Rezzori –Cittá de Firenze) Fue escritor residente del Banff Center for the Arts, Canadá y en 2003 del prestigioso International Writing Program de la Universidad de IOWA. Tradujo a autores como Edgar Allan Poe, Henry James, Guy de Maupassant, Flannery O’Connor y Carson Mc Cullers,entre otros. Sus libros han sido traducidos al francés, portugués, alemán e italiano. Falleció en 2019, en la ciudad de La Plata. El fragmento aquí publicado pertenece al libro Una misma noche.


La madre de Ernesto

De Las otras puertas

Abelardo Castillo

Editorial Alfaguara

Si Ernesto se enteró de que ella había vuelto (cómo había vuelto), nunca lo supe, pero el caso es que poco después se fue a vivir a El Tala, y, en todo aquel verano, sólo volvimos a verlo una o dos veces. Costaba trabajo mirarlo de frente. Era como si la idea que Julio nos había metido en la cabeza —porque la idea fue de él, de Julio, y era una idea extraña, turbadora: sucia— nos hiciera sentir culpables. No es que uno fuera puritano, no. A esa edad, y en un sitio como aquél, nadie es puritano. Pero justamente por eso, porque no lo éramos, porque no teníamos nada de puros o piadosos y al fin de cuentas nos parecíamos bastante a casi todo el mundo, es que la idea tenía algo que turbaba. Cierta cosa inconfesable, cruel. Atractiva.

Sobre todo, atractiva.

Fue hace mucho. Todavía estaba el Alabama, aquella estación de servicio que habían construido a la salida de la ciudad, sobre la ruta. El Alabama era una especie de restorán inofensivo, inofensivo de día, al menos, pero que alrededor de medianoche se transformaba en algo así como un rudimentario club nocturno. Dejó de ser rudimentario cuando al turco se le ocurrió agregar unos cuartos en el primer piso y traer mujeres. Una mujer trajo.

—¡No!

—Sí. Una mujer.

—¿De dónde la trajo?

Julio asumió esa actitud misteriosa, que tan bien conocíamos —porque él tenía un particular virtuosismo de gestos, palabras, inflexiones que lo hacían raramente notorio, y envidiable, como a un módico Brummel de provincias—, y luego, en voz baja, preguntó:

—¿Por dónde anda Ernesto?

En el campo, dije yo. En los veranos Ernesto iba a pasar unas semanas a El Tala, y esto venía sucediendo desde que el padre, a causa de aquello que pasó con la mujer, ya no quiso regresar al pueblo. Yo dije en el campo, y después pregunté:

—¿Qué tiene que ver Ernesto?

Julio sacó un cigarrillo. Sonreía.

—¿Saben quién es la mujer que trajo el turco?

Aníbal y yo nos miramos. Yo me acordaba ahora de la madre de Ernesto. Nadie habló. Se había ido hacía cuatro años, con una de esas compañías teatrales que recorren los pueblos: descocada, dijo esa vez mi abuela. Era una mujer linda. Morena y amplia: yo me acordaba. Y no debía de ser muy mayor, quién sabe si tendría cuarenta años.

—Atorranta, ¿no?

Hubo un silencio y fue entonces cuando Julio nos clavó aquella idea entre los ojos. O, a lo mejor, ya la teníamos.

—Si no fuera la madre…

No dijo más que eso. (…)

Nació en la ciudad de Buenos Aires en 1935. Escritor, dramaturgo y ensayista, pasó su infancia y adolescencia en la ciudad de San Pedro, en la costa del Paraná, donde comenzó a escibir diarios autobiográficos. Luego, instalado en Buenos Aires publicó numerosos títulos como  Las otras puertas (cuentos, 1961), El otro Judas (teatro, 1961), Israfel (teatro, 1964), Cuentos crueles (cuentos, 1966), La casa de ceniza (novela, 1968), Sobre las piedras de Jericó (teatro, 1968), Las panteras y el templo (cuentos, 1976), El señor Brecht en el Salón Dorado (teatro, 1982), El que tiene sed (novela, 1985), Las palabras y los días (ensayos, 1989), Crónica de un iniciado (novela, 1991), Las maquinarias de la noche (cuentos, 1992), Ser escritor (ensayo, 1997), El oficio de mentir (entrevista, 1998), El Evangelio según Van Hutten (novela, 1999), El espejo que tiembla (cuentos, 2005), Desconsideraciones (ensayos, 2010) y los monumentales dos tomos de sus Diarios (2014 y 2019).  Dirigió las revistas El Grillo de Papel, El Escarabajo de Oro y El Ornitorrinco, esta última junto con la escritora Silvia Iparraguirre, su pareja durante 40 años. Allí publicaron  la carta de las Madres de Plaza de Mayo pidiendo a los militares por sus hijos desaparecidos, siendo uno de los pocos medios en hacerlo, en 1981 durante la dictadura. Fue docente y formador de escritores como Liliana Heker, Guillermo Martínez, Juan Forn o Gonzalo Garcés. Recibió el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores, el Premio a la trayectoria cultural de la Revista Ñ y el premio Konex de Brillante a las letras argentinas de la última década. Sus libros han sido traducidos a catorce idiomas. Murió a los 82 años en la ciudad de Buenos Aires, en 2017. El fragmento aquí publicado fue seleccionado del cuento La madre de Ernesto.


En el río Rainy

De Las cosas que llevaban los hombres que lucharon

Tim O´Brien

Editorial Anagrama

(…) El aviso para que me incorporara a filas llegó el 17 de junio de 1968. Era una tarde húmeda, lo recuerdo bien, nublada y muy tranquila y acababa de llegar de un partido de golf.  Mis padres estaban cenando en la cocina. Recuerdo haber abierto la carta, captado las primeras líneas, sentido que la sangre formaba una especie de velo detrás de mis ojos. Recuerdo que un zumbido resonaba en mi cabeza. No era consecuencia de mis pensamientos, sino más bien un aullido silencioso. Un millón de cosas simultáneas: yo valía demasiado para aquella guerra. Era demasiado inteligente, demasiado compasivo, demasiado todo. No podía ser. Estaba por encima de ella. Tenía la vida encarrilada: Phi Beta Kappa(1) y summa cum laude y presidente del cuerpo estudiantil y una beca completa para estudiar en Harvard. Un error, tal vez: un tropiezo de la burocracia.

Yo no era soldado. Odiaba a los boy scouts. Odiaba ir de camping. Odiaba la suciedad y las tiendas y los mosquitos.

Ver sangre me mareaba, y no podía tolerar la autoridad, y no distinguía un rifle de una honda. ¡Yo era progresista, por el amor de Dios! Si necesitaban cuerpos frescos, ¿por qué no llamaban a filas a algún halcón beligerante de esos que quieren volver a la edad de piedra? ¿O a algún patriotero idiota con sombrero de copa yel distintivo de BOMBARDEEN HANOI? ¿O a alguna de las guapas hijas de Lyndon B. Johnson? ¿O a toda la familia del general Westmoreland: sobrinos y sobrinas e incluso su nieto de pocos meses?

Tendría que haber una ley, pensé. Si apoyas una guerra, si piensas que vale el precio que hay que pagar, de acuerdo, pero tienes que poner tu propia vida en juego. Tienes que partir al frente e integrarte en una unidad de infantería y ayudar a derramar sangre. Y tienes que llevar a tu esposa, o a tus hijos, o a tu amante. Una ley, pensaba.

Recuerdo la rabia en el estómago. Luego se redujo a un leve rescoldo de autocompasión, después a un estado de obnubilación. Durante la cena mi padre me preguntó sobre mis planes.

—Nada —dije—. Esperar.

1. Hermandad de estudiantes en la que sólo pueden ingresar los que se distinguen por su alto rendimiento en los estudios. (N. del T)

Tim O’Brien nació en Austin, Minnesota en 1946. Escritor norteamericano reconocido por sus libros acerca de los soldados en la guerra de Vietnam, en la cual combatió en 1969 y 1970. Antes de la guerra estudió Ciencias Políticas en Macalester College, St. Paul, Minnesota. Al regresar de Vietnam estudió de forma intermitente en la Universidad de Harvard y trabajó para el Washington Post entre 1971 y 1974.  En 1973 publicó su primer libro, una serie de artículos publicados en diarios y revistas, acerca de su experiencia en la guerra, titulado Si muero en la zona de combate, en el que presentaba un relato descarnado, honesto y realista de las emociones de un soldado.  La guerra de Vietnam está presente en otros de sus libros, como Northern Lights (1975), Going After Cacciato (1978), con el cual ganó el National Book Award. En 1981 publicó La era nuclear, y en 1990 Las cosas que llevaban, que recibió el Premio a la Mejor Novela Extranjera publicada en Francia en 1993. Otros de sus títulos con En el Lago de los Bosques (1994) , Gato enamorado (1999) y  July, July (2002). El fragmento aquí publicado fue extraído de Las cosas que llevaban los hombres que lucharon.


Cerca de la orilla del agua

De Recorre los campos azules

Claire Keegan

Editorial Eterna Cadencia

Esa noche él está afuera, en el balcón, con su oscuro y deslumbrante bronceado contra el blanco de la camisa de vestir. Transcurrieron cinco días desde que dejó Cambridge para pasar algún tiempo con su madre en la costa de Texas.

Aquí, el viento es fuerte. Las hojas de plástico de las altas plantas en sus macetas golpean contra la ventana corrediza. No le preocupa el penthouse, con su pez espada con la boca abierta en la pared, los azulejos azules y todos los espejos que vuelven imposible hacer la mínima cosa sin reflejarse en ellos.

Temprano a la mañana, los porteros arman las reposeras de madera y clavan sombrillas azules en la franja de arena privada. A medida que se calienta la mañana, los residentes salen a tirarse al sol casi desnudos. Traen novelas, toallas y buscan en sus heladeritas Coca Diet y Coppertone.

Él está a la sombra y observa la procesión de muchachos con estómagos de tabla de lavar, que caminan por la orilla.

Son jóvenes universitarios de su misma edad, que se quedan en los moteles cercanos a la playa.

Hacia el mediodía, cuando el calor se hace insoportable, nada fuera de la barra, a una buena media milla de la costa. Puede ver la franja de olas embravecidas rompiendo en los bajíos. Ahora la marea está avanzando, borrando las arenas blancas y trilladas. Hace diez años que la prohibición de usar DDT se hizo efectiva y los pelícanos pardos están de vuelta. Lucen prehistóricos, planeando sobre el agua, sacando sus presas con sus picos inmensos, sus profundas zambullidas en picada. Hay un hombre vestido de corredor, parado sobre la arena dura, cerca de la orilla del agua, con su sombra a su lado.

Adentro, su madre está peleándose con su padrastro, el republicano que es dueño de ese complejo. Es un hombre de orígenes humildes, que hizo su dinero a partir de exportaciones y de negocios inmobiliarios. Después de que los padres del muchacho se divorciaron, su madre le dijo que la gente no controla de quién se enamora, y algunos meses más tarde se casó con el millonario. Ahora los escucha hablar, oye sus susurros furiosos que ganan en intensidad en la parte culminante de la pelea. Es una vieja historia.

—Te lo advierto, Richard, ¡no saques ese tema!

—¿Quién sacó el tema? ¿Quién?

—Es su cumpleaños, por amor de Dios.

—¿Quién dijo nada? (…)

Claire Keegan nació en County Wicklow, Irlanda en 1968. A sus 17 años, viajó a Nueva Orleans, Estados Unidos, para estudiar Filología inglesa y Ciencias Políticas en la Universidad de Loyola. En 1992 regresó a Irlanda y luego realizó el Máster en Escritura Creativa en la Universidad de Gales (Cardiff, Reino Unido) En 1999 publicó Antártida, y obtuvo el William Trevor Prize, el Olive Cook Award y el Rooney Prize for Irish Literature. En 2007 publicó Recorre los campos azules, galardonando con el Edge Hill Prize y en  2010 publicó su novela corta Tres luces, con la que obtuvo el Premio Davy Byrnes. Sus cuentos fueron publicados en medios como  The New Yorker, Granta, The Paris Review, y Best American Stories. Actualmente es profesora de escritura creativa y vive en Irlanda. El fragmento aquí publicado corresponde al cuento “Cerca de la orilla del agua”, del libro Recorre los campos azules.

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