Sanata sobre El bombón asesino de Los Palmeras

Revista Número 14

Daniel Tevini

Sanateos

[Fidel Pintos, durante la Década Infame, inventó la sanata: una especie de verseo, o chamuyo, alrededor de un tema prestado.]

 

Ella se agita, toda la noche mueve la cinturita. Vos y yo. ¿Entendés? Nada más. Que acá no hay bombón, ni sarao. A la entrada del teatro. En el hall. El meneo la levanta todita. Dábamos vueltas y vueltas. Dos machos, nomás, que llevan un buen tiempo juntos. Dos varones, si querés, que tenían garche. Y pa’ colmo usa pollera cortita. Eso tampoco. Las cosas por su nombre: dos putos. Yo gambeteaba entre amigos, el chongo de seguridad y un pendejo que se había hecho rastas. Ella bonita, baila, mueve, se menea, te excita. Nada de palmas, ni musculocas en short, ni playas tropicales. Me sentía un cantante pop. Un poco bobo, un toque histérico. Cuando se le va parando solita. Yo revoloteaba entre zurdos convencidos. Con astucia plumífera, como ave sin corral. Un puto peronista. Ella sigue porque sabe que irrita. Vos, en seco. Vestido de paqui. Vendiendo pescado viejo con risitas de tenista. Es que ella tiene un bombón asesino. Yo, nada de eso. Nada de masitas a lo Yiya, ni guinda de la torta. Un caramelo Mu Mu, medio pardo, algo pegajoso. Se sabe un bombón bien latino. Recordé de golpe el primer día que nos encamamos. Típico levante callejero. Miradas a lo espejo retrovisor. Bultos engolosinándose. Es que es un bombón suculento. Un café… La pregunta. “¿Qué viste en mí?” “Tu buzo, me gustó tu buzo”. Yo era un bombón calentito. ¿Mi buzo? Siempre fui un boludo. Con ese bombón casamiento. Ahora, en el hall, en el teatro, levantaba polvaredas buscando provocarte. Sabe del bombón y lo mueve, menea el bombón cuando quiere. Vos movías los labios frente a un grupito resentido. El mundo no estaba hecho a tu medida. Sin verme. Sin importarte mis tonteos amorosos, ni si la iba de gatito ladino. Parece un bombón insaciable, seguro, un bombón masticable. Lanzado porque sí, porque quería joderte, porque necesitaba aire. Hablaba con un flaco alto y hermoso. Tenía las gambas cruzadas para que se le marcase el bulto. Me como el bombón. Te vigilaba para que me celes. No pasaba nada, por más que le sonriera y le sonriera. Ella se agita, toda la noche mueve la cinturita, y pa’ colmo usa pollera cortita. Se me vino a la cabeza el primer veraneo. Una escena en Mardel en la que lloraba solo, en la Plaza Colón, rodeado de personajes ridículos. Esos que te invitan a dar una vuelta en un micro travestido de trencito. Llorar solo o salir a buscarte. En el meneo la levanta todita. Yo corriendo la plaza como un ratero. Si siempre que te ibas, regresabas. Ella bonita, baila, mueve, se menea, te excita. El flaco que me mira ahora con sus ojos hermosos. Ya era parte de este todo invisible, aunque no lo supiera. Cuando se le va parando solita. Le sonrío al flaco. Me agito. Poso para selfis imaginarias. Río con la boca más grande que un tiburón. Ella sigue porque sabe que irrita. No hay de tu parte ni siquiera una captura de pantalla. Seguís con esa ronda de troskitos. Me bajo a atarme un cordón de zapatilla. Es que ella tiene un bombón asesino. Paso mi mirada sobre esa loma de burro. Se sabe un bombón bien latino. El flaco que va al baño. Yo no podía respirar, ya no podía. Vos abandonás al grupo de iniciados. Es que es un bombón suculento, con ese bombón casamiento. Hacen la llamada y dan sala. Nos pegamos el uno junto al otro. Me como el bombón. Entramos. Somos dos butacas ordenadas de a pares, separadas por un número invisible.

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