Entrevista a Ricardo Romero

Revista Número 16

Demian Naón

¿Cómo fue tu infancia en relación con la lectura?

Fue una relación feliz. Mis padres se encargaron de que hubiera libros a mano. Recuerdo principalmente las colecciones. Elige tu propia aventura, Biblioteca Billiken, la colección Robin Hood.

 

¿Robaste libros alguna vez? ¿Están aún en tu biblioteca?

Voy a responder esta pregunta cuando llegue mi abogado.

 

¿Llevás un diario personal?

No. Aunque he escrito algunos textos que fui subiendo a Facebook, reflexiones sobre el proceso de escritura principalmente, y algunas ideas, experiencias y sensaciones en el principio de la pandemia. Pero nada sistemático. Tampoco, por el momento, he sido lector de diarios personales.

 

¿Qué experiencia tenés en talleres de escritura?

Hasta hace cinco años casi ninguna. Mientras viví en Paraná ni siquiera sabía que existían hasta que empecé a estudiar Letras en Córdoba. Probé con uno que no me gustó y no insistí. Después ya en Buenos Aires, tampoco busqué. Supongo que encontré el espacio que necesitaba en los amigos que fui haciendo. Pero desde hace cinco años estoy en dos materias de la carrera de Artes de la Escritura de la UNA, y ahí descubrí un espacio maravilloso de trabajo. Una relación con lxs estudiantxs que me estimula mucho, y que no deja de plantearme constantes desafíos en mi propia relación con la lectura y la escritura.

 

¿En qué momento de tu vida te sentiste escritor por primera vez?

De chico, a los siete u ocho años, hacía listas de los libros que iba a escribir. Supongo que ahí. También supongo que he fracasado porque no escribí ninguno de esos libros.

 

¿Qué escritores te hubiese gustado que te influyeran y cuáles te han influenciado?

No sabría cómo responder a la primera parte de la pregunta. Respecto a la segunda, puedo decir que hay autores que han sido vitales para mí. Pero eso no quiere decir que me hayan influido en algo que sea reconocible en la escritura. Me han marcado como lector, sobre todo. En el principio de todo están Faulkner y Onetti, Pizarnik y Arlt. Y después muchos, muchos más: Daniel Moyano, Marcelo Cohen, Liliana Bodoc, Levrero, Bolaño, M. John Harrison, Foster Wallace…

 

¿Podrías contarnos sobre el proceso de escritura y posterior edición de Big Rip? ¿Podrías decirnos qué personajes, ideas o párrafos te sorprendieron al escribirla? ¿Qué material dejaste afuera?

Hay una frase que antes era el principio de la novela: «Un vaso con lava sobre la mesa de luz». Esa frase tiene por lo menos veinte años. Intenté escribir muchas veces Big Rip, antes de que fuese Big Rip, antes de saber qué era. Pero recién en 2016, en una residencia de escritura en Francia, pude encontrarle la vuelta. Después de eso fueron cuatro años muy intensos, los mejores que he tenido. Ojalá vuelva a estar ahí. Me sorprendieron muchas cosas, tal vez, eligiendo una, elegiría a Pripián. A través de ese personaje, de ese narrador, la novela encontró un rumbo. Si es que se puede decir que tiene un rumbo. ¿Qué material dejé afuera? Nada que yo recuerde. Porque justamente elegí el camino contrario, si algo no funcionaba no lo sacaba. Lo potenciaba, le daba espacio para que encontrara su lugar.

 

Big Rip interpela a las lógicas del anonimato en las que vivimos, ¿cuáles resaltarías?

No estoy seguro a qué te referís con las lógicas del anonimato. Lo que me interesaba particularmente es poner en juego las inestabilidades que habitan en toda identidad. Ninguna identidad es estática. Somos y dejamos de ser, volvemos a ser y a dejar de ser. Ese tembladeral es el que quise convocar.

 

¿Cuáles son las características más cercanas en Big Rip a la vida real de Ricardo Romero?

La mayoría, me imagino, son inconfesables. Podría decir, sí, que la música que hace bailar a los personajes de la novela también me hace bailar a mí.

 

¿Cómo manejaste la cantidad de personajes que aparecen en Big Rip?

No lo manejé. Se me fue saludablemente de las manos.

 

¿La búsqueda de la entropía dentro de una novela, podría ser una forma de organizar el propio caos creativo si existiese?

Me cuesta pensar en la entropía como un principio organizativo. En todo caso, pienso tal vez que la potencia entrópica que puede atravesar un texto es una potencia poética que se despliega y que multiplica sentidos.   

 

¿Creés que Big Rip es un texto que contiene inteligencia propia y de alguna manera logra conectar con el lector a pesar de la intención tuya como escritor?

Creo que todos los textos tienen una inteligencia propia. Algo que se despliega más allá de las intenciones y motivaciones de quien escribe. Y creo que uno de los aspectos que más me interesa del proceso de la escritura es la posibilidad de darle espacio a esa inteligencia, escucharla, ver qué diálogo puedo establecer con ella. En Big Rip intenté ir lo más lejos que podía por ese camino.

 

 

¿Los quiebres constantes en la forma narrativa en Big Rip aparecen como interpelaciones a estructuras literarias repetitivas y/o antiguas o como recursos literarios?

Yo no los identifico ni con una cosa ni con la otra. En todo caso, intenté interpelar algunos automatismos de mi propia escritura. Ahí donde las cosas se encarrilaban, descarrilarlas. Eso que hablábamos antes sobre la inteligencia de los textos. Respetar y confiar más en sus inconsecuencias que en mis consecuencias.

 

¿Big Rip es el inicio de una búsqueda literaria, una interpelación de literaturas?

No está mal pensarlo como un inicio. Interpelar literaturas me suena un poco excesivo. Prefiero pensar que me interpela a mí, como lector y como escritor, y me empuja a seguir buscando, a seguir leyendo y escribiendo.

 

¿Existe una nueva literatura en los guiones de las series que se ofrecen en los portales de streaming?

No creo. O al menos no lo pensaría como una nueva literatura. Hay, sí, formas y formatos que se resignifican. Qué era escribir un guión antes, qué es escribir un guión hoy. Pero podríamos hacer la misma pregunta en torno a la novela.

 

Breves.

 

¿Un lugar en el mundo?

Cualquiera en donde esté en mi familia.

 

¿Un acierto?

Mi familia.

 

¿Un fracaso?

La lista de libros que hice a los siete años y nunca escribí.

 

Si de un lado de un túnel estuviera quien eras en la infancia y del otro estuviera Ricardo actualmente, ¿qué creés que se dirían?

El chico reclamaría que escriba esos libros. Yo le diría que no escucho bien, que si me lo puede repetir.

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