Farewell Laimonis Holms (1929 – 2022)  

Revista Número 19

Bob Chow

La perfección es fea.

Laimonis A. Holms

El día en que Marte, el único planeta del Sistema Solar habitado exclusivamente por robots, se independizó de la Tierra, mi mujer, imitando vagamente al planeta rojo, sacó una cama individual del cuarto de los chicos con la idea de reemplazar… el colchón matrimonial. 

Aquella estupidez era un pasaje al acto por mi inacción a la hora de comprar una cama —¡duermo suficientemente bien sobre colchón y piso!—aunque también creí en la posibilidad de un movimiento independista intergaláctico con nombre tentativo Primavera de los Robots. 

Esos mismos días, me llamaron desde Jujuy para darme malas noticias. Mi padre, Laimonis «Lai» Holms (93), había entrado en agonía. Volé para encontrarlo en coma tras un ACV. ¿Habrá percibido alguna fracción de ese último encuentro mientras le acariciaba el jopo (se estaba yendo con más pelo que yo) y le decía al oído variaciones de la frase de abajo?

—Lai, soy Aivars, tu hijo, va estar todo bien, te quiero mucho. 

¡Fuiste un gran padre! Pero, ¿iba a estar todo bien? Escuché a una enfermera decir que un paciente en agonía «suele esperar a alguien para recién irse». Me emocionó pensar que podía haberme tocado ser ese alguien, aunque sería más sencillo considerar que la médica a cargo le suspendió el alimento por sonda al moribundo, porque «ya no asimilaba». Un par de días después de esa decisión, Lai dejó de respirar. Teletratrabajé junto a su cadáver, frío, de repente. También en el entierro. En el mejor de los casos, ahora hay un fantasma que no me asusta, como tampoco ningún otro. Por lo pronto, este fantasma me honra. 

La muerte del padre se espera toda una vida. Suponía un trance devastador. 

Me equivocaba.

pastedGraphic.png

Me han llegado a sugerir:

—Con quien estuvo todo bien, se va bien. Con el que estuvo mal, se va mal.

En fin, el duelo por la muerte de mi madre —con quien nunca llegué a entenderme demasiado— fue deprimente, denso y confuso como ella.

 Búscame bajo el poste de luz, verás un fantasma de esquina, una mantis religiosa tamaño humano. No te asustes de más, es solo un fantasma, una huella persistente en la cabeza, no la mantis en sí. No querrás encontrarte con la cosa verdadera escudriñarse a sí misma en el mismo ángulo. Tampoco querrás escuchar el cascabel que tienes en la cola.

Compartilo 👇

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *