
El cuento
Malcom
Por Silvia Appugliese
Cuando conocí a Malcom yo tenía doce y él dieciocho. Le decíamos así, Malcom, como le gustaba a él que le dijeran, y nos pedía que le lleváramos una letra de una canción o una historia, cualquier cosa que pudiera servir para inspirarlo en el guión. Lo llamaba así él, el guión, y yo a los doce todavía no entendía plenamente a qué se refería y me imaginaba que guión era eso, una línea, un secreto, una línea secreta al final del camino. Yo era chica, pero me gustaba Malcom. Y entonces empecé a escribir, aunque yo nunca había escrito. Me gustaban las cuentas, no escribir. Pero me esmeraba. Me levantaba temprano, agarraba un cuaderno y escribía, a veces me parecía que Malcom me miraba desde la vereda de mi casa. La primera vez agarré la hoja en blanco y me imaginé que la mano se movía así y asá y salía el cuento que nos habían leído en clase. Pero no era cuestión de movimiento la escritura, y solo garabateé los números de siempre.