El cuento
El agua que se escurre entre los adoquines
Cristian Bautista
Santiago se acomoda en el asiento de atrás del taxi que dobla por Callao, pasa sobre un charco y salpica toda la vereda oeste. Cuando llega a Urquiza, el semáforo, se pone en rojo, el taxi frena y una mujer cruza por la senda peatonal. Camina lentamente. Tiene puesto un sacón negro y tejido, de esos que tienen bolsillos grandes y hondos. El paraguas abierto no deja verle la cara. Lleva un bolso de tela azul colgado del brazo. «Viene del supermercado, seguro viene del supermercado», piensa Santiago y está seguro de adivinar que, adentro del bolso, debe haber pan, leche, tostadas, yogurt y un tarro de Nesquik. Uno grande. De lata. Una lata amarilla, con el dibujo de un conejo…